En la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos en Londres, los 204 países participantes incluirán mujeres. Detrás de cada una de esas banderas, saludará al menos una mujer por primera vez en la centenaria historia olímpica. Hasta 268 de ellas competirán defendiendo la de Estados Unidos, lo que supone superar, otro hito femenino, a sus compatriotas hombres (261), y otras siete lo harán bajo las banderas de países árabes que nunca seleccionaron mujeres y que se han resistido hasta el final a enviarlas a los Juegos, pero que han cedido a las presiones del Comité Olímpico Internacional (COI). Londres 2012 son los Juegos más femeninos de la historia por estas cosas, pero también porque estas ya suponen el 46% del total superando aquel 42% tan publicitado de Pekín 2008: 4.850 deportistas, desde atletas a gimnastas, pero también boxeadoras.
El último país en ceder ha sido Arabia Saudí. Tras un intenso debate, hace solo una semana el COI anunció que la yudoca Wodjan Ali Seraj Abdulrahim Shahrkhani y la atleta Sarah Attar, serían sus primeras representantes olímpicas. Antes lo hicieron Catar, que además ha elegido a la tiradora Al-Hamad como abanderada, y ha seleccionado a cuatro mujeres para su contingente de 12 olímpicos, y Brunei, que cubrirá el expediente con la atleta Maziah Mahusin. Con la presencia de estas mujeres en la cita olímpica no acaba el debate abierto en el movimiento olímpico sobre la oportunidad de vetar, como en su día se hizo con la Sudáfrica del apartheid, a aquellos países que se niegan a enviar mujeres al mayor evento deportivo del mundo, les prohíben practicar deporte o les condenan a entrenarse en la marginalidad (la saudí Attar vive y se prepara en la soleada California, y no es un caso aislado). Pero sí se aplaza, al menos hasta la próxima cita. Y será más difícil que vuelvan atrás cuando ya han dado ese paso gigantesco.
“Es un avance muy grande, aunque a todos nos gustaría ir más rápido”, diceMarisol Casado, una de las pocas mujeres en la cúpula del COI, empeñado en aumentar el peso femenino desde la época de Samaranch, cuando se creó un grupo de trabajo específico para impulsar su participación. La mayoría de estas competidoras árabes acuden a los Juegos con una invitación o wild card y no tras superar esos procesos de clasificación que para la mayoría de los atletas resultan más extenuantes que la propia competición olímpica. Es el caso de la catarí Noor Al-Malki, una adolescente sonriente que no llega al 1,60m y que porta con orgullo la bandera de “primera atleta catarí en los Juegos” (lo hará en los 100 metros y con toda seguridad no pasará de las eliminatorias, pues su mejor marca está lejos de la mínima B, la más flojita). Pero su carrera es otra. Tiene un fin político, el de romper otra barrera en el deporte femenino. Con apenas 17 años Al-Malki huye de cualquier batalla y lo vive con naturalidad. No hay rastro de rebeldía o represión en su deseo de ser atleta.
“No hay ningún problema con mi familia”, decía en mayo en Doha, donde compitió en la primera prueba del año de la Diamond League, sorprendida por la curiosidad que despertaba su figura entre los periodistas occidentales. “Tanto mi padre como mi madre me han animado a hacer deporte, a progresar. Agradezco su apoyo incondicional porque me ayuda a aguantar todo el estrés”, traducía sus palabras al inglés uno de los entrenadores que trabaja con la federación catarí.
Al-Malki, que tiene cinco hermanas y seis hermanos, corre con el pelo cubierto por un pañuelo negro y su grupo de entrenamiento está formado solo por chicas. Catar ha hecho una apuesta clara por el deporte en los últimos años —el Mundial de fútbol de 2018 será la guinda— y en ese ambiente, y entre los rascacielos a medio hacer que dan fe del boom económico que ha vivido su ciudad gracias al petróleo, Al-Malki fue descubierta hace cuatro años y trabaja a las órdenes de una entrenadora tunecina. Cuando se le pregunta “¿Qué le dirías a esos compatriotas que piensan que las mujeres no deberían hacer deporte?”, ella contesta con una sonrisa y por boca del entrenador: “Que recen por mí”.
“En el momento en que tienes contacto con esas mujeres te das cuenta de que muchas lo viven con naturalidad”, afirma Casado, que en otoño estuvo en los Juegos Árabes y que hace dos meses participó en Irak en un curso de entrenadores. “Y había mujeres. Y son las que van a abrir el camino. No hay vuelta atrás”, asegura. El de las mujeres árabes es uno de los últimos peldaños de una carrera que empezó en París 1900, los segundos Juegos de la Era Moderna, y que ha estado plagada de obstáculos. Un puñado de mujeres compitió en la capital francesa pero solo en tres disciplinas: tenis, críquet y golf.
La presencia femenina fue marginal hasta bien entrado el siglo XX. En Roma 1960, poco antes de que se produjera la revolución de la minifalda y renaciera el movimiento feminista, apenas el 11,5% de los olímpicos fueron mujeres. Dos décadas después, en Moscú 1980, habían duplicado su peso (22% de los atletas) y en Sidney 2000 casi lograron hacerlo de nuevo (38%).
“Ahora todos nos felicitamos por la decisión de Arabia Saudí, pero no hace tanto en España estábamos así”, asegura Mercedes Coghen, oro olímpico en Barcelona 1992. “Era una cuestión cultural. El deporte no es que sea machista, pero es un mundo de hombres”. Aunque cuatro tenistas españolas, con Lily Álvarez a la cabeza, tomaron parte en París 1924,ninguna española más tuvo la oportunidad de ser olímpica hasta 1960. Fueron 11 las nuevas pioneras y seis de ellas, gimnastas.
El lastre se mantuvo durante años. Incluso hasta entrados los 80. “Recuerdo haber ido a despedir a mi hermano que se iba a Moscú y en la foto apenas salían tres mujeres”, dice de forma gráfica Coghen. Moscú fue 12 años antes y allí solo viajaron siete españolas en una delegación formada por 150 atletas. “El presupuesto para las chicas era mucho menor porque no teníamos resultados internacionales”, añade la que fue consejera delegada de Madrid 2016. El año mágico del cambio fue 1992. En Barcelona hubo 114 mujeres, cuatro veces más que en Seúl 88. Desde entonces se ha mantenido el esfuerzo. En Londres hay 112 mujeres por 170 hombres, lo que supone casi el 40%. Pero hay disciplinas en las que las mujeres son clara mayoría y no solo en especialidades puramente femeninas como la gimnasia rítmica o la natación sincronizada. Ahí están Mireia Belmonte y compañía, 11 nadadoras por solo dos hombres.
La holandesa Blankers-Koen, Nadia Comaneci, Joan Benoit y su maratón fueron estrellas en su momento. Tal vez ahora, y con permiso de Isinbayeva, el deporte femenino necesita una cara. Un Bolt, un Phelps. O, como dice Marisol Casado, “simplemente bastaría con la concienciación de que una medalla de una mujer vale igual que la de un hombre”. Ni más ni menos.
El camino olímpico hacia la igualdad
Atenas 1896. Ninguna mujer tomó parte en los primeros Juegos de la Era Moderna.
París 1900. Compiten las primeras mujeres en tenis, críquet y golf. La británica Charlotte Cooper es la primera campeona, en tenis.
Estocolmo 1912. Llegan las pruebas femeninas en natación y saltos de trampolín.
Ámsterdam 1928. Por primera vez la gimnasia y el atletismo se abren a la participación femenina. La primera atleta campeona es la estadounidense Betty Robinson (100m). En 800m gana la alemana Lina Radke, que acaba exhausta y desata la polémica: es una prueba demasiado dura para las mujeres, dicen algunos. Se elimina del calendario olímpico hasta Melbourne 1956.
Londres 1948. La primera gran estrella olímpica femenina es la holandesa Fanny Blankers-Koen. Gana cuatro oros: 100m y 200m, 80m vallas y relevo. Las atletas tenían prohibido inscribirse en más de tres pruebas individuales.
Helsinki 1952. La primera participación de la Unión Soviética incluye a la gimnasta María Gorkhovskaya, que se convierte en la mujer con más medallas olímpicas en una sola edición: dos oros (equipos e individual) y cinco platas (salto, paralelas, barra, suelo y equipos en aparatos).
Montreal 1976. Nadia Comaneci se convierte en la reina de los Juegos al acabar con el dominio soviético de la gimnasia y lograr el primer 10.00, la perfección, antes que los hombres. La rumana demuestra que incluso las niñas (tenía 14 años) pueden competir al máximo nivel.
Los Ángeles 1984. La diminuta estadounidense Joan Benoit es la primera campeona del maratón olímpico. Invierte 2h 24m 52s.
Sidney 2000. Entra en el programa la halterofilia femenina.
Londres 2012. El boxeo femenino se equipara al de los hombres.
La rusa Larisa Latynina sigue siendo el deportista, hombre o mujer, con más medallas olímpicas: 18. Compitió en Melbourne 56 (cuatro oros, una plata y un bronce); Roma 60 (tres oros, dos platas y un bronce) y Tokio 64 (dos oros, dos platas y dos bronces).
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