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dimecres, 30 de gener del 2013

Mujeres del S. XXI


Mujeres del siglo XXI


por RAQUEL QUÍLEZ

Lejos del salón de casa. Con una vida laboral activa. La situación de la mujer hoy dista mucho de ese cuadro que nos pintaba Austen con jóvenes cultivando los talentos justos para conseguir marido y no ofenderle. Era su única vía de escape. En 200 años, el mundo se ha abierto de par en par. Pero no siempre; pero no a todas.
En sus novelas, Austen muestra a heroínas del día a día, de ésas que se rebelan contra el lugar secundario que la sociedad otorga a la mujer. Era la Inglaterra previctoriana, sí, pero muchas se han visto en idéntica situación después. Como en cualquier radiografía, hoy el diagnóstico cambia en función del foco. De Somalia, peor país del mundo para nacer, según Save the Children, a la desarrollada Islandia, cabeza del ranking.
En España, los datos desprenden un relativo optimismo. O lo hacían antes de que la crisis se nos cayese encima. Las jóvenes españolas han logrado los mayores avances de Europa en Educación, tras Portugaldice la CEOE. Y eso que los años de Franquismo, en los que se cultivó el papel de esposa, contuvieron la emancipación de la mujer. Los datos hablan: en la franja comprendida entre los 55 y los 64 años, el 36,15% de los hombres tiene educación secundaria frente al 28,59% de las mujeres. De los 25 a los 34, la tendencia cambia: las féminas que han estudiado son el 70,20% frente al 59,42% de varones. Su cualificación ha ayudado a reducir la brecha de género en la participación laboral, que ha pasado del 50% en 1980 a un 13,5% en 2011. Partíamos de muy abajo y hemos remontado. Pero la economía amenaza con volver a hacernos caerSegún la EPA, durante 2012 el desempleo aumentó algo más entre ellas (un 14,7%), que entre ellos (un 11,7%), con lo que la tasa de paro masculina cerró el año en el 25,58% frente al 26,55% de la femenina.
Entre los 27 y los 30 años estamos más igualados, pero a partir de ahí las estadísticas demuestran que al hombre le beneficia laboralmente tener una estabilidad familiar, mientras que le perjudica a la mujer
Carmen Bravo, secretaria de la Mujer de CCOO, traduce los números: los recortes en el empleo público y en las ayudas a la dependencia les afectan de lleno a ellas, que asumen esa responsabilidad en la familia —las españolas tienden a dedicar100 minutos más diarios al trabajo no remunerado—, acaparan los contratos más precarios y están emigrando más en busca de un futuro fuera. Eso, las jóvenes, porque entre las mayores a menudo las pensiones son más bajas y dependen de su compañía. Mujer viuda, combinación que asusta. «Entre los 27 y los 30 años estamos más igualados, pero a partir de ahí las estadísticas demuestran que al hombre le beneficia laboralmente tener una estabilidad familiar mientras que le perjudica a la mujer», sentencia Bravo.
Vamos con casos reales. Un 34% de los altos directivos en España son mujeres. Y de cada 10 miembros en los consejos de administración de empresas que están en Bolsa, sólo una lo es. Rosa García (Madrid, 1965) es una de las que han conseguido llegar. Licenciada en Matemáticas, casada y con tres hijos, de 18, 14 y siete años, ha despuntado en Microsoft, donde llegó a ser presidenta para España y ocupó puestos internacionales. Ahora preside Siemens España. ¿Cómo lo hace? «Soy afortunada porque en mis empresas se ha primado una cultura de objetivos que permite trabajar desde fuera. Por suerte, jamás me han preguntado si iba a tener un hijo o me iba a tomar la baja maternal. Y lo cierto es que en 22 años de trabajo, he parado nueve meses. El balance siempre le ha sido favorable a la empresa», cuenta.
Es una excepción. Lo sabe: «Mi caso no es significativo. Se habla de las ejecutivas como de los grandes héroes, y es un error porque tenemos unos salarios y unas condiciones que nos permiten conciliar. Los modelos de verdad son las mujeres que ganan 800 euros al mes, se levantan temprano, llevan a los niños al colegio en autobús o corren a casa de los abuelos y se marchan a trabajar, no siempre en el mejor lugar». Mujeres como Marta Lorenzo, publicista, que tras mucho pensárselo y quedarse embarazada por primera vez a sus 36, ha tenido que pedir reducción de jornada —y sueldo— y hace números para llegar a fin de mes. «Eres la tercera en el organigrama, si pides la reducción, te sales de él», le dijo su jefe. Tuvo que elegir y optó por la familia. Una realidad que no siempre muestran las estadísticas.
«Debemos concienciarnos de que la conciliación favorece también a los hombres, que también quieren ir al pediatra, cenar en familia o ver el concierto de Navidad del niño. En los últimos años, los currículos de las mujeres son en general mejores, por lo que aunque seguimos bajos en niveles de directivos, debería corregirse de forma natural», apunta Rosa García. Pero el cuento no siempre tiene final feliz.
Según el Estado Mundial de las Madres de Save the ChildrenEspaña ocupa el decimosexto mejor lugar del mundo para ser madre. Ha caído cuatro puestos en un año. Cosas de la crisis. El informe arroja otros datos reveladores: las españolas ganan 0,52 euros por cada 0,75 que gana un hombre, y un 35% de los escaños políticos estaban ocupados por ellas en 2011. Además, nuestra esperanza de vida es de 85 años, similar a la de Francia o Suiza y sólo superada por Japón, la tasa de mortalidad de menores de cinco años es de 5 por cada 1.000 y el 62% usa anticonceptivos.
En términos generales, el Foro Económico Mundial sitúa a España en el puesto 26 en el ranking mundial de igualdad de género, 14 peldaños por debajo que en 2011. «Lo cierto es que el panorama es cada vez más precario en igualdad. El descenso en los indices de natalidad está siendo alarmante y el apoyo a la familia está a años luz del europeo. Hoy una mujer que decide tener un hijo lo tiene muy complicado, porque no hay ningún tipo de apoyo y la mayoría de las empresas mantiene un comportamiento patriarcal», afirma Carmen Bravo. Con su nueva vida, Marta Lorenzo comienza a trabajar a las siete de la mañana, pero antes ha levantado a la niña, le ha dado el pecho y la ha llevado a la guardería. Siempre corriendo. Sale a las 14.00 horas, come lo que preparó la noche antes y recoge al bebé que acaparará su tarde mientras la vida sigue en la oficina. A las 21.00 se abre la puerta de casa. Es su marido. La niña duerme.
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dilluns, 28 de gener del 2013

Las mujeres pagan un alto precio por su maternidad


Recientemente se presentó el informe “Closing the Gender Gap: Act Now” (Cerrando la brecha de género: Actuar ahora) de la OCDE que revela que las mujeres están pagando un alto precio por su maternidad, con elevados gastos de guardería, problemas en el acceso a dichas instalaciones, y altos impuestos que le exigen trabajar más. El informe muestra que la diferencia salarial media entre hombres y mujeres se amplía hasta el 22% en las familias con uno o más hijos.


El informe “Closing the Gender Gap: Act Now” muestra que los hombres ganan en promedio un 16% más que las mujeres en trabajos semejantes a tiempo completo. La brecha de género es aún mayor en la parte superior de la escala salarial, lo que sugiere la presencia continua de un “techo de cristal”.
El informe destaca que a pesar de que se ha avanzado en la reducción de la brecha de género en las remuneraciones esto no ha sido suficiente y queda mucho por hacer en muchos países. "Cerrar la brecha de género debe ser una parte central de cualquier estrategia para crear economías sostenibles y sociedades inclusivas", dijo el Secretario General de la OCDE, Angel Gurría, durante la presentación del informe en el Foro sobre Género en París. "La población mundial está envejeciendo y este reto puede ser abordado si todo el talento disponible se moviliza. Los gobiernos deben avanzar en el acceso y la calidad de la educación para todos, mejorar los sistemas fiscales y de prestaciones, y hacer que el cuidado de los niños sea más asequible, con el fin de ayudar a que las mujeres contribuyan al crecimiento económico y a una sociedad más justa".
La diferencia salarial media entre hombres y mujeres se amplía hasta el 22% en las familias con uno o más hijos. Para las parejas que no tienen hijos, la brecha es del 7%. En general, la penalización salarial por tener hijos es en promedio un 14%. Japón y Corea muestran la mayor brecha, mientras que Italia y España tienen una brecha casi nula.
El informe revela que la mejora del sistema fiscal y de las prestaciones para los padres que trabajan ayudaría a virar la brecha. A partir del nacimiento de los hijos, más de la mitad (52%) del segundo salario de una familia se va en impuestos. Esta proporción se eleva al 65% en Australia, Alemania, Irlanda, Suiza, Estados Unidos y el Reino Unido.
El trabajo a tiempo parcial entre las mujeres es más común en Austria, Alemania, Irlanda, Países Bajos y Reino Unido. Teniendo en cuenta el trabajo a tiempo parcial, la brecha salarial de género en salario neto se duplica en muchos países europeos, y se triplica en Irlanda y los Países Bajos.
Por otro lado, la crisis ha afectado menos a las mujeres que a los hombres en términos de empleo, aunque no por las razones correctas, según lo informa la OIT.
Sin embargo, la OCDE sostiene en su informe que los recortes en el sector público, donde las mujeres representan algo menos del 60% de la plantilla total, van a empeorar su posición en el mercado laboral en los próximos años. Se recomienda a los gobiernos que se aseguren de que los recortes de gastos no revierten los progresos realizados en materia de igualdad de género en el empleo. El aumento de las licencias para los padres puede aumentar su participación en el cuidado de los niños y ayudar a equilibrar la participación femenina en el mercado laboral.
El impacto de la desigualdad salarial es dramática sobre la vida de una mujer ya que son trabajadoras con menor presencia en el empleo formal, mayor trabajo no remunerado en el hogar, lo que generará que muchas se jubilen con las pensiones más bajas.
El informe también presenta una nueva evidencia de la brecha de género en la actividad empresarial. La proporción de empresas que son propiedad de mujeres es de un 30% en los países de la OCDE. Las trabajadoras autónomas también ganan un 30 a un 40% menos que sus colegas masculinos. Mejorar el acceso de las mujeres a la financiación de las empresas es clave, dice la OCDE.
La falta de apoyo a la maternidad perjudica las perspectivas profesionales de las mujeres, pese a sus avances en la educación y el empleo, concluye el informe.

dimarts, 22 de gener del 2013

Cuando las palabras hablan en femenino

La actriz Vicky Peña y la académica Inés Fernández-Ordóñez charlan sobre María Moliner


Una va a encarnarla en el teatro. Otra es filóloga, como ella. Ambas recuerdan con admiración la obra de la mujer que escribió, en solitario, el más completo diccionario de uso del español... mientras reflexionan sobre mujeres, cultura y tiempos difíciles. 
POR BEATRIZ GARCÍA / FOTOS: VALENTÍN VEGARA



María Moliner fue, en 1972, la primera mujer candidata a ocupar un puesto en la Real Academia Española. No lograrlo le supuso un gran alivio, según recordaba Gabriel García Márquez con motivo de su muerte, porque le aterraba pronunciar el discurso de admisión “¿Qué podía decir yo –la citaba el escritor– si en toda mi vida no he hecho más que coser calcetines?”. Juzguen su modestia: María Moliner fue filóloga, bibliotecaria, archivera, madre, esposa y también la mujer que escribió un diccionario de 3.000 páginas. El “Diccionario de uso del español María Moliner” le llevó 15 años de meticuloso trabajo en solitario. Para conversar en torno a su vida y al mérito de su obra, se reúnen la actriz Vicky Peña, que se meterá en su piel con “El diccionario”, a partir del 29 de noviembre sobre las tablas del Teatro de La Abadía (Madrid), e Inés Fernández-Ordóñez, filóloga igual que lo fue María, aunque ella sí ocupa un sillón en la Academia (el de la P mayúscula). Las dos tienen mucho en común: la pasión con la que se entregan al trabajo, el amor por la palabra, la nostalgia por los tiempos en los que la ventanas al mundo tenían forma de libro y no de pantalla táctil, la añoranza por la auténtica cultura... Madres, hijos, mujeres, tiempos de crisis... Las palabras vuelan ya sobre la mesa. 

Inés Fernández-Ordóñez. María Moliner simboliza a todas las mujeres que se formaron en la Institución Libre de Enseñanza y que intentaron renovar muchas cosas, sobre todo en el ámbito de la educación y la cultura. Representa a una generación de mujeres que trabajan, que estudian, que están comprometidas con su labor y que tienen la preocupación de llevar la cultura al pueblo. Hizo un gran trabajo con las bibliotecas populares en la década anterior a la guerra, a través de las misiones pedagógicas, con un informe sobre cómo deben estar organizadas las redes de bibliotecas rurales, cómo deben intercambiarse los libros para que todo el mundo tenga acceso a la cultura. Se empeñó en esta labor, igual que Jimena Menéndez Pidal o todas esas personas que se vieron abocadas a la depuración, a perder su trabajo o al exilio, quedando sus proyectos destruidos.

Vicky Peña. Desde luego, son una generación que merece una gran admiración. Aparte de su magna obra, por supuesto. A mí siempre me han gustado mucho los diccionarios. Recuerdo que en casa estaba la enciclopedia Espasa y el nombre que había en los tomos me fascinaba. Había uno que era Bel-Cozvijar,  tro, Ocran-Sanabu. Este me 
encantaba. Cuando era peque-ña cogía el Ocran-Sanabu a ver lo que había dentro. Leía la definición de las palabras y soñaba mundos, imaginaba conceptos... Pero tú, Inés, que eres capaz de apreciar la labor de organizar las palabras, de jerarquizarlas, de hacer categorías... eso debe de ser muy 
enriquecedor y muy bonito.

El caos
Inés. Los diccionarios son obras que llevan toda una vida y pensar que ella emprendió esa tarea cumplidos los 50, además sola, es impresionante. Vicky. Es admirable. Fue una trabajadora muy eficaz que fue relegada 18 puestos en el escalafón sin poder demostrar ningún cargo contra ella, porque fue una trabajadora de la cultura sin afiliación a ningún partido político. Esta trayectoria está esbozada en la obra, pero Manuel Calzada, el autor, ha buscado también un contraste dramático entre su pasión por poner orden en el caos, organizando un mundo de palabras, en contraste con los últimos años de su vida, cuando las perdió. “El diccionario” la sitúa en sus dos mundos: el familiar, como madre y esposa, y el académico de 
trabajadora infatigable, inconformista que nunca recibió el reconocimiento de un sillón en la Academia.


Inés. Yo creo que la obra tiene mucho que ver también con el drama del Alzheimer. Es una enfermedad terrible. Yo lo padecí con mi suegra: vi como iba perdiendo no solo los nombres y las palabras... Le encantaba cocinar pero fue olvidando todas las recetas y siempre hacía la misma comida que repetía una y otra vez. Hasta que también la olvidó. La obra tiene también esa dimensión, la de ponernos delante la tragedia del Alzheimer y cómo la padecieron personas con una cabeza extraordinaria, como la que tenía María Moliner.

Vicky. María Moliner no entró en la Academia, pero esto no significa que su trabajo no fuera agradecido. 
Inés. La publicación del diccionario fue un bombazo en su momento. Tuvo muchísima repercusión en la prensa y entre los escritores, no recibió el reconocimiento académico, pero sí el del público y de la gente de letras.
Vicky. Yo personalmente quedo satisfecha solo con el trabajo bien hecho. Siempre se agradece el aplauso, pero a veces resultan excesivos porque estás haciendo tu trabajo.

Inés. Comparto tu punto de vista. En el caso de un investigador, uno emprende un trabajo porque quiere saber más. Si te lo reconocen o no es indiferente; en ese momento, lo que te importa es llegar a saber lo 
que no sabes. Tiene algo de obsesivo, y también es muy vocacional. Indudablemente, a todo el mundo le gusta que le reconozcan su trabajo, pero lo que crea una trama cultural o investigadora en un país no son los primeros, sino también la existencia del segundo y del tercero. 
Vicky. Pero en el caso de la Academia de la Lengua, la desproporción entre hombres y mujeres es brutal...

Inés. En este momento, me parece que las mujeres representamos el 11%. Somos seis: Ana María Matute, Soledad Puértolas, Carmen Iglesias, Margarita Salas, Carme Riera y yo. El cambio  es lento porque son cargos vitalicios. Pero me consta que existe una voluntad de renovación. 
Vicky. Yo, sin ser feminista exacerbada, sí creo que las mujeres proponen otra dinámica. Una se da cuenta de que hay otro punto de vista cuando lee literatura  escrita por mujeres. También lo he visto en mesas en negociaciones; hay una manera distinta de ver las cosas y es muy enriquecedor, y necesario.
Inés. Por supuesto que lo es. De eso no tienes que convencerme. Pero tienes que pensar que las mujeres catedráticas en España no llegan al 15%, y menos en los consejos de administración. 
Es una lucha que se tiene que dar pasito a pasito... Es complicado mantenerte a un nivel de exigencia alta en trabajo y a la vez atender a tu familia. 
En mi caso, me quedé embarazada y sacaron una plaza a la que quería opositar seis meses después y la verdad es que fue una pesadilla. Siempre digo que recuerdo una década de mi vida como si no hubiera pasado, porque tenía tal cantidad de trabajo entre las niñas pequeñas y la universidad que 
no me di cuenta de que habían pasado diez años.
Vicky. Hay que hacer malabares con los horarios, con las horas de sueño con la energía... Yo me quedé embarazada haciendo teatro y haciendo teatro estuve hasta que la tripa no me dejaba. Toda mujer trabajadora tiene una papeleta complicada que resolver, pero en el caso de las actrices es muy complejo, porque cuando trabajamos en teatro es tarde o noche, pero a veces tienes una sesión de doblaje, de cine o de televisión y has de madrugar mucho. Eso cuando no te vas de gira, uno, dos o tres meses... No hay ningún modo en que te puedas organizar para llevarlos al colegio, darles la comida o la cena sin ayuda (...)

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dijous, 17 de gener del 2013

Desigualdades de género en el mercado laboral: dos pasos hacia adelante, uno hacia atrás



Antes de la crisis, las diferencias de género en términos de desempleo y de relación empleo-población se habían atenuado
Internacional, Economía, Empleo y género, Empresariado, Políticas de Igualdad, Madrid, Agencias, Lunes 7 de enero de 2013, por Redacción AmecoPress
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Madrid, 07 ene. 13. AmecoPress/ OIT Noticias.- Las disparidades entre sexos en los mercados del trabajo a nivel mundial mostraron cierta convergencia en la primera parte de la última década. Sin embargo, esta diferencia aumentó desde que estalló la crisis en 2007, según un informe de la OIT producido en colaboración con ONU Mujeres.

La situación varía bastante de una región a otra. Las tasas de desempleo de las mujeres son más altas que las de los hombres a escala mundial y no se prevén mejoras en los próximos años, según un informe de la OIT “Tendencias Mundiales del Empleo de las Mujeres 2 012” analiza las desigualdades de género en materia de desempleo, empleo, participación de la fuerza de trabajo, vulnerabilidad, y segregación sectorial y profesional. A nivel mundial, antes de la crisis, las diferencias entre hombres y mujeres en términos de desempleo y de relación empleo-población se habían atenuado. La crisis revirtió esta tendencia en las regiones más afectadas.

Garantizar la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres no sólo es una medida justa, es también una estrategia económica rentable.” En las economías avanzadas, la crisis parece haber afectado a los hombres en los sectores que dependen del comercio más que a las mujeres que trabajan en la salud y la educación. En los países en desarrollo, las mujeres fueron particularmente afectadas en los sectores relacionados con el comercio. “Si bien las mujeres contribuyen a la economía y a la productividad en todo el mundo, siguen enfrentando muchos obstáculos que les impiden realizar su pleno potencial económico. Esto no sólo inhibe a las mujeres, además frena el rendimiento económico y el crecimiento”, declaró Michelle Bachelet, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, quien contribuyó con el informe.

“Garantizar la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres no sólo es una medida justa, es también una estrategia económica rentable”, agregó.

Otras conclusiones importantes

De 2002 a 2007, la tasa de desempleo femenina se situó en 5,8 por ciento, comparada con 5,3 por ciento para los hombres. La crisis incrementó esta disparidad de 0,5 a 0,7 puntos porcentuales, y destruyó 13 millones de empleos para las mujeres

La diferencia de género en la relación empleo-población disminuyó levemente antes de la crisis, pero permaneció alta, en 24,5 puntos. La reducción fue particularmente alta en América Latina y el Caribe, en las economías avanzadas, en África y Oriente Medio.

La disparidad en la participación de la fuerza laboral se redujo en los años 1990, pero mostró poca o ninguna convergencia en la década pasada. Tanto las tasas de los hombres como de las mujeres descendieron de igual modo en la última década, en gran parte a causa de la educación, el envejecimiento y el efecto de “trabajadores desalentados”.

En 2012, la proporción de mujeres en empleo vulnerable (trabajadores familiares no remunerados y trabajadores por cuenta propia) era de 50 por ciento y la de los hombres 48 por ciento. Pero las disparidades son mucho más grandes en África del Norte (24 puntos porcentuales), y en Oriente Medio y África Subsahariana (15 puntos).

El indicador de segregación por sectores económicos muestra que las mujeres están más limitadas en su elección de empleo en todos los sectores. La segregación sectorial ha aumentado a lo largo del tiempo, con mujeres que abandonan la agricultura en las economías en desarrollo y pasan de la industria a los servicios en las economías desarrolladas.

En las economías desarrolladas, el empleo de las mujeres en la industria se redujo a la mitad, desplazando a 85 por ciento de ellas en los servicios, sobre todo en la educación y la salud.

El indicador de segregación profesional muestra que las mujeres continúan estando segregadas en ciertos tipos específicos de profesión. Existe alguna evidencia de una disminución en los años 1990 y un estancamiento de esta convergencia durante la última década.

Abordar el problema “Las políticas dirigidas a reducir las disparidades de género pueden mejorar significativamente el crecimiento económico y los niveles de vida. En los países en desarrollo pueden contribuir de manera considerable con la reducción de la pobreza”, afirmó José Manuel Salazar-Xirinachs, Director Ejecutivo para el Empleo de la OIT.

El informe exhorta a extender las medidas en materia de protección social dirigidas a reducir la vulnerabilidad de las mujeres, las inversiones en competencias y educación, y a instaurar políticas que favorezcan el acceso al empleo.

Directrices políticas

El informe enumera una serie de directrices políticas para ayudar a los hogares a reducir los prejuicios de género en las decisiones relativas al trabajo y a disminuir las disparidades de género en el mercado laboral:

- Mejorar las infraestructuras a fin de reducir la carga del trabajo en el hogar. Según el nivel de desarrollo, esto puede variar desde la disponibilidad de electricidad y agua, al saneamiento y los medios de transporte.

- Suministrar servicios de cuidado, sobre todo a los niños.

- Equilibrar la división del trabajo remunerado y no remunerado entre mujeres y hombres, principalmente a través de programas que promuevan la repartición de las responsabilidades familiares

- Modificar los costos y los beneficios de la especialización de género, sobre todo garantizando que los impuestos y las transferencias no creen desincentivos para las familias con dos fuentes de ingresos.

- Compensar las desigualdades de las oportunidades de empleo entre hombres y mujeres, sobre todo a través de medidas dirigidas a eliminar el impacto negativo de la interrupción de la actividad profesional a través de una licencia de maternidad remunerada y del derecho a regresar al puesto de trabajo.

- Realizar campañas de sensibilización para cambiar los estereotipos de género y para garantizar la implementación de la legislación contra la discriminación.

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dimecres, 16 de gener del 2013

La mujer a los 50: inventario y cuenta nueva



Para la autora argentina, hay una edad que obliga a preguntarse si se ha sido feliz, qué fue del amor, de la vocación y de los sueños.
POR CLAUDIA PIÑEIRO. 



Siempre me preocupó la idea de la muerte. En realidad, más que la idea de la muerte misma, lo que me inquieta desde una temprana edad es tener una conciencia absoluta de la finitud: esto, algún día, se acaba. Durante mucho tiempo me conformé multiplicando mi edad por dos y concluyendo: tranquila, todavía no llegaste a la mitad de la vida. Pero desde hace unos años las cuentas no me dan, a menos que, como el Magiclik, yo haya venido al mundo con garantía por 104 años. 

Son los cincuenta los que marcan la verdadera bisagra. Cuando uno cumple treinta o cuarenta cree que está pasando por un umbral hacia otra vida. Es un error de juventud. Son números redondos y eso impacta, pero nada más, a esa edad aún queda bastante rollo por delante. Cuando uno cumple cincuenta se ríe de aquel que fue y de las preocupaciones que hoy sabe no merecían tanta dedicación. Se ríe un rato, no más, porque enseguida concluye que ahora sí, que éste, el de los cincuenta, es el verdadero umbral. Es entonces cuando aparecen señales evidentes de que algo, de verdad, cambió. O de que algo tiene que cambiar. O de que nada, nunca, cambiará. Elige tu propia aventura, si es que puedes. 

Algunas modificaciones se notan más que otras. El cuerpo, por ejemplo, se hace notar. Hasta mis amigas más flacas, esas que nunca se preocuparon por hacer dieta y que persisten en seguir usando un jean apretado, de pronto portan una especie de matambre arrollado en la cintura que logran disimular cuando están paradas pero que aflora, impertinente, en cuanto se sientan. “Es hormonal, por la edad”, dicen cuando te descubren mirando su cintura con aflicción, “no se puede hacer nada”. Luego, en defensa propia, te echan la maldición: “Ya vas a ver”. Y ves, claro que ves. El cambio no se limita a la cintura. Los pechos van camino a conformar un bloque único e indiferenciado, donde es difícil determinar pecho izquierdo y pecho derecho. Las manos se manchan con pecas que no son de sol sino de vejez. Si salen canas se tiñen, pero lo que no es fácil de ocultar es que el pelo está cada vez más ralo, cada vez más fino y cada vez más opaco. Los ojos se dividen entre los operados que siempre miran con asombro, las cejas levantadas y una expresión como si los hubieras agarrado metiendo el dedo en el tarro de dulce de leche, y aquellos otros, los que no pasaron por el bisturí, a los que se le cayeron los párpados. 

Claro que no a todas se nos presentan las mismas marcas de época ni nuestros cuerpos son máquinas que se comportan de un modo preestablecido. Cada una va haciendo lo que puede. Una noche una amiga de mi misma edad se preparaba frente al espejo para una cena que íbamos a compartir con otras amigas. Su hijo adolescente la observaba tirado en la cama, mirando una película o aparentando mirar una película. Ella no hacía demasiado, apenas se acomodaba el pelo, se desabrochaba el último botón de la camisa, se miraba semi girada hacia un lado y luego semi girada hacia el otro, lo que hacemos todas antes de salir. De pronto el adolescente le dijo: “Maaa”. “Qué”, contestó mi amiga. “¿Alguna vez te pusiste a pensar que tenés la misma edad que Madonna?; es increíble, ¿no?” La frase fue lapidaria, inoportuna, escandalosa, cruel y cierta. Mi amiga salió con el peor de los humores. Y su humor nos lo contagió a las demás: esa noche, todas supimos que teníamos la misma edad de Madonna. O eso creíamos, al día siguiente una de las integrantes más obsesivas del grupo vino con el dato preciso: No tenemos la misma edad, ella es dos años mayor. 

Michelle Pfieffer, Siri Hustvedt, Mercedes Morán, Juliette Binoche, todas están años más, años menos, rondando los cincuenta. O sea, se puede llegar en mejor estado, lo que sí, es más caro y más trabajoso. 

Pero dejando de lado lo físico, lo que verdaderamente marca el umbral en esta década es tomar conciencia o no de la propia vida, revisarla o no, aceptarla o no. Y la propia vida nos incluye a nosotros como individualidades, pero también a nuestra familia, a nuestros amores (maridos, novios, amantes), a nuestros amigos, a nuestro trabajo. ¿Estamos donde queremos estar? ¿Estamos con quien queremos estar? La respuesta puede ser que sí, y en ese caso valoraremos más aquello que logramos y que hoy constituye “nuestra vida”, lo seguiremos abonando, trabajaremos para que no se rompa, lo disfrutaremos. La respuesta puede ser que no, y entonces se activará el motor para buscar un lugar más propicio donde pasar los años que quedan. Lo que sin dudas es imperdonable a esta altura de la vida es no tener el coraje suficiente para hacerse la pregunta: ¿tengo la vida que quiero tener?, no darse permiso para cuestionar si uno es feliz o no y mirar hacia otro lado para no tener que decidir si seguir como hasta ahora o cambiar. 

“Si alguien me hubiera preguntado cuando cumplí cincuenta años si estaba satisfecha con mi vida hasta entonces, hubiera respondido que estaba razonablemente conforme con mis logros personales y profesionales. No es que no quisiera ahondar por temor a encontrarme con un lado oscuro de mi personalidad, pero siempre creí que si algo funciona es mejor dejarlo que siga así.” Con este monólogo interior empieza la película de Woody Allen La otra mujer que se estrenó a fines de los años 80. Gena Rowlands le daba vida a la protagonista a quien corresponde ese monólogo interior, Marion Post, una profesora universitaria de filosofía que se toma un verano sabático para escribir un libro postergado. Pero en el departamento vecino a su estudio están haciendo arreglos y los ruidos de la construcción no le permiten concentrarse en la escritura. Por ese motivo decide alquilar temporalmente otro departamento en un edificio donde su vecino de piso es un psiquiatra. Entonces ya no son los ruidos de los albañiles los que no la dejarán trabajar, sino la voz de otra mujer, Hope (interpretada por Mia Farrow), que le llega a través de los tubos de la ventilación del edificio. Hope es una mujer joven, embarazada, que no está enamorada de su marido y no quiere tener el hijo que espera. Escuchando los planteos de esta “otra mujer” a su psiquiatra, Marion, de cincuenta años se da cuenta de que nunca se permitió repensar su propia vida, una vida en la que no disfrutó, en la que siempre hizo lo que era esperable que hiciera. O sea, a lo largo de la película desdice el monólogo con el que arranca. La otra mujer a la que alude el título es esa que habla del otro lado de la pared, pero también es esta otra mujer que la misma Marion está buscando dentro de ella, una mujer que hasta ahora no sabía que existía. Y una de las primeras conclusiones que saca como consecuencia de poner en duda su vida hasta ese momento es que la imagen que ella tiene de sí misma es absolutamente diferente a la que los demás tienen de ella. O sea que tanto trabajo y esfuerzo por ser quien los otros querían que ella fuera (sus padres, su actual marido, su primer marido, sus colegas) ni siquiera valió la pena. Escuchar la facilidad con la que Hope habla con el analista de sus miedos y sus sentimientos le permiten a Marion, por primera vez, pensar en los suyos. 

Pero si hay algo que me interesa de esta película es la trasmisión de cierto saber de madres a hijas. Y la no trasmisión de otros. Las madres solemos pasar muchos saberes (y varios errores) cotidianos o intelectuales casi como un legado. Podemos darles una receta o explicarles la forma más efectiva para sacar una mancha de un vestido de seda, pero también recomendar un libro, una película, pensar cómo solucionar juntas un problema. Sin embargo lo que nos está prácticamente vedado de trasmitir, si es que la hubo, es la experiencia de la desilusión matrimonial. ¿Por qué? Porque ese relato involucra a su padre. Y no se trata de responsabilidades, ni culpas, sino simplemente de que para contar esa historia hay que hablar de quien compartió con uno esa parte de la vida, una vida puesta en común, con ilusiones, esperanzas y desaciertos, un hombre que no sólo es el que uno quiso sino también su padre. Y entonces esa charla no es posible, o nunca puede ser una charla sincera. 

Hacia la mitad de la película hay una escena fundamental en la que Marion lee el poema de Rilke “Torso de Apolo arcaico”. El libro que tiene en sus manos perteneció a su madre que hacía poco acababa de fallecer. La clave de la escena está en los dos últimos versos: “… porque aquí no hay un solo lugar que no te vea. Debes cambiar tu vida”. 

El libro, exactamente sobre esas dos líneas, muestra una mancha. Marion estudia esa mancha y se da cuenta de que son las huellas de dos lágrimas ya secas. Entonces ella ahora lo sabe: su madre lloró sobre esos versos. Pero nunca antes había notado que su madre haya sido infeliz, que haya querido cambiar de vida, que el lugar donde estaba no fuera aquel donde quería estar. 

También hay una escena similar en Los Puentes de Madison cuando la hija de la protagonista, Francesca (interpretada por Meryl Streep), lee los diarios de su madre que acaba de morir y se entera de que durante su matrimonio se enamoró perdidamente de Robert Kincaid (interpretado por Clint Eastwood), un fotógrafo de la National Geographic, que pasó de casualidad por ese pueblo de Illinois a tomar imágenes de sus puentes. Francesca no se va con él a pesar de lo que siente, decide sostener esa familia en la que cada vez será menos feliz, pero se reserva estar con el hombre al que amó después de la muerte. Por eso es que se lo cuenta a sus hijos en ese diario, para que cumplan su última voluntad: tirar sus cenizas desde los Puentes de Madison, donde unos años antes fueron arrojadas las de Robert Kincaid. Lo que más me conmueve de esta escena es la reacción de la hija de Francesca. El varón se enoja con su madre pero ella no, o mejor dicho, no se enoja porque su madre haya tenido un amante, se enoja porque no se lo hubiera dicho, porque ella misma está desde hace un tiempo en una crisis matrimonial, porque está encerrada en una vida que la hace infeliz pero de la que no puede salir. “Por qué no me lo dijiste antes, por qué no lo supe”, dice su hija, como si saberlo le hubiera dado el permiso necesario para cambiar su vida. 

Mi madre quedó viuda a los cincuenta años. Después de la muerte de mi padre nunca más le conocimos un novio ni supimos ningún detalle de su vida sentimental, si es que la hubo. Yo cerca de los cincuenta me divorcié. Y cerca de los cincuenta espero volver a enamorarme. La mitad de mis amigas se separaron cerca de los cincuenta, la otra mitad no. No hay instrucciones para ser feliz. Sólo preguntas y posibles respuestas íntimas. Pero el momento para hacerlas es ahora, antes de que los párpados se nos caigan del todo y ya no nos dejen ver.

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Claudia Piñeiro es escritora. Entre sus obras se destacan "Las viudas de los jueves", "Tuya" y "Betibú".

diumenge, 13 de gener del 2013

Violencia simbólica: Los peligros de lo “natural” femenino


La violencia simbólica no deja marcas visibles pero sus huellas se multiplican en la cultura e impacta a toda la sociedad, y contribuye a reproducir las causales de la violencia machista hacia las mujeres y las niñas, dice la especialista cubana en medios de comunicación Isabel Moya. Se trata de un grupo de significados impuestos como válidos y legítimos por la cultura patriarcal, que parten de la supremacía y dominación masculina y que pueden ser rastreados en la educación, el cine, el arte, la religión, la música, entre otras manifestaciones de la producción simbólica de las sociedades. Diversas especialistas cubanas analizan el tema.
Por Helen Hernández Hormilla, desde La Habana*

COMUNICAR IGUALDAD/ SEMlac- Entre un cuadro como El rapto de las mulatas, del pintor cubano Carlos Enríquez, y un video clip de reguetón existen abismales distancias estéticas. Sin embargo, la representación sublimada de una violación sexual en el primero y la constante presencia de una imagen cosificada y degradante de las mujeres en el otro caso vienen a evidenciar la manera en que el maltrato por motivos de género ha sido tradicionalmente naturalizado desde el arte, los medios de comunicación y, en general, las prácticas culturales.

Si bien cuando se habla de violencia de género suele trabajarse más aquella que implica daños físicos, psicológicos o estructurales, también en el ámbito cultural y subjetivo se ejerce la agresividad machista. Acuñada por el teórico francés Pierre Bordieu, la violencia simbólica se refiere a un grupo de significados impuestos como válidos y legítimos por la cultura patriarcal, que parten de la supremacía y dominación masculina y, por tanto, tiene estrecha relación con el poder y la autoridad. Se trata de un tipo de maltrato sostenido en las prácticas culturales de hombres y mujeres y puede presentarse en todos los espacios de la vida social, indica a SEMlac la socióloga Magela Romero. ”Estamos hablando de una violencia que se expresa a partir de la legitimidad en que el poder patriarcal se concreta en todos los modelos impuestos a las mujeres, desde un determinado ideal de belleza hasta el rol tradicional de ama de casa, el ser incondicional o la moderna superwoman“, explica. Asumir estos patrones sexistas y estereotipados como los únicos legítimos para el ser femenino lacera, pues, parte de un ideal de subordinación, continúa la experta. “Nos parece natural que nos queramos semejar a esos modelos y que se nos juzgue a partir de ellos cuando no somos así, sin darnos cuenta de que eso nos violenta porque la realidad humana es más compleja”, señala Romero.
Los medios de comunicación resultan reproductores por excelencia de esas nociones preestablecidas para ser hombre o mujer, pues es desde allí que constantemente se refuerzan estereotipos machistas. A criterio de la experta en comunicación y género Isabel Moya Richard, desde los medios se reproduce un discurso sexista, patriarcal y misógino “que utiliza sus herramientas y mecanismos expresivos para presentar a las mujeres según los cánones de la ideología androcéntrica, asociándola a roles, juicios de valor, concepciones y teorías que ‘naturalizan’ la subordinación de las mujeres y lo considerado femenino“. En su artículo “Del silencio al show mediático”, publicado en la revista digital La Jiribilla, en noviembre de 2012, la también directora de la Editorial de la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), ubica la violencia simbólica ejercida desde los medios en todos aquellos productos que presentan a las mujeres solo como objetos sexuales, las reducen a víctimas, las ignoran o convierten en espectáculo la cólera machista. Asimismo, resultan mordaces los enfoques folcloristas o xenófobos de las mujeres del Sur; la culpabilización del amor lésbico; el confinamiento de los “asuntos de mujeres” a determinadas secciones informativas; o “cuando la protagonista de una serie para adolescentes solo vive para su ‘físico perfecto’ y la vemos multiplicada en muñecas, camisetas y vasos desechables“, advierte.
También cuando se excluyen y enjuician comportamientos, prácticas y representaciones que contradicen las maneras establecidas de ser hombre y mujer. La omisión de realidades alternativas al canon de género en la producción cultural es una de las señales más preocupantes para la psicóloga Sandra Álvarez. En su opinión, el análisis de la violencia simbólica debe incluir una perspectiva racial, pues las mujeres negras que llegan a los medios cubanos casi siempre son vistas desde estereotipos vinculados con la sexualidad o con la falta de capacidades humanas como la inteligencia y la laboriosidad, entre otras. “Cuando se promocionan fechas importantes para las cubanas, como el aniversario de la FMC o el 8 de marzo, la mujer negra está ausente o, si aparece, lo hace de la manera que todo el mundo espera“, argumenta a SEMlac. En los audiovisuales transmitidos por la televisión nacional han primado las mujeres negras y mestizas ocupando roles de sirvienta doméstica o nana de niños blancos, o en espacios marginales, mientras faltan historias de amor que las tengan como protagonistas, denunció. “Al pensar en la mujer como generalidad siempre es blanca, porque a nivel simbólico ese es el referente que prima, y solo en campos muy estrictos como el deporte aparecen con mayor regularidad las negras y mestizas“, argumenta la activista afrofeminista.
Por su parte, la crítica de cine Danae C. Diéguez invita a revisar el canon de la historia del arte como expresión sostenida de este tipo de violencia“La representación de la mujer como objeto del deseo, su presencia en espacios domésticos y tradicionales o la manera acrítica de mostrar las agresiones contra las mujeres por motivos de género prima en todas las manifestaciones artísticas y forma parte de un imaginario con el que hemos aprendido a vivir y no cuestionamos“, apuntó Diéguez. La especialista intervino en el evento “Calladita no te ves más bonita”, el pasado 21 de diciembre, con el cual cerró la Jornada Cubana por la No violencia contra las mujeres. El cine cubano resulta, a su juicio, un ejemplo de la pervivencia de la ideología patriarcal en las artes, pese a los intentos de cuestionar el machismo en algunas películas comoLucía, de Humberto Solás; Retrato de Teresa, de Pastor Vega y Hasta cierto punto, de Tomás Gutiérrez Alea. ”Estamos ante imágenes que, a pesar de que en algunos casos se cuestionan el rol que tradicionalmente se les ha asignado a las mujeres, no identifican como causante de esas inequidades y ejercicios de violencia machista a la perpetuación de estructuras sociales que reivindican al patriarcado“, sostiene la estudiosa. Para quienes realizan obras distintas a esos códigos, resulta más complejo insertarse en los mecanismos de producción y exhibición, pues por lo general deben pagar lo que Diéguez define como “peaje de invisibilidad“. ”Hay ejemplos en el audiovisual contemporáneo, en las artes visuales y la literatura desmarcados del canon que ha hecho de la violencia simbólica un ejercicio cotidiano, pero como hablan desde otra perspectiva, los grandes públicos, habituados a las representaciones tradicionales, no entran en diálogo con esas propuestas“, refirió.
Considerar que las mujeres tienen el deber de satisfacer los deseos sexuales de sus parejas y serles fieles; deben ser delicadas, bellas y sencillas; pertenecen a los hombres; les deben obediencia y son las principales responsables de los hijos y la familia son principios patriarcales que se reproducen desde la cultura como síntesis del maltrato a nivel simbólico. Sin embargo, resultan construcciones arbitrarias enmarcadas en la desigualdad, la discriminación y la violencia que sufren las mujeres, reiteran especialistas. A juicio de Romero, hacer visibles estos principios, y entender que los símbolos machistas transmitidos por la cultura son construidos y no naturales, convence de que pueden ser cambiados. “Podemos deconstruir las inequidades de género en el mismo sentido que nos las han presentado, y eso nos da a cada persona un poder importante para aportar a la equidad de género“, defendió la investigadora en el citado panel. Construir nuevos paradigmas culturales y comunicativos resulta imprescindible para contrarrestar la violencia simbólica que prima en las sociedades contemporáneas, una forma de maltrato particularmente nociva pero soslayada.
Como advierte Moya en su artículo, la violencia simbólica “es un recurso que legitima socialmente la supervivencia de relaciones jerárquicas de poder que potencian lo considerado masculino. Es decir, contribuye a reproducir las causales de la violencia machista hacia las mujeres y las niñas.No deja marcas visibles pero sus huellas se multiplican en la cultura e impacta a toda la sociedad.

* Docente del Diploma Superior de Comunicación y Género dictado por la Asociación Civil Comunicación para la Igualdad

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divendres, 11 de gener del 2013

El 'ranking' negro para la mujer


“Hoy he borrado el número de mi casa
y el nombre de la calle donde vivo.
He cambiado la dirección de todos los caminos.
Si queréis encontrarme ahora
llamad a cualquier puerta de cualquier calle
en cualquier ciudad en cualquier parte del mundo.
Esta maldición, esta bendición:
dondequiera que encontréis la libertad, allí tengo mi morada.”

Amrita Pritam (1919-2005)
 
Mujeres
Las políticas que promueven la igualdad de género, las garantías contra la violencia y la explotación, y el acceso al sistema de salud convierten a Canadá en el mejor lugar entre los países del Grupo de los 20 (G-20) para ser mujer. Por el contrario, el matrimonio infantil y la esclavitud hacen de India el peor. 
Junto a Canadá, Alemania, Reino Unido, Australia y Francia ocupan los primeros cinco puestos de un ranking elaborado por 370 especialistas en políticas de género, dirigido porTrustlaw,  una red pro bono (para el bien público) de la Thomson Reuters Foundation que pone en contacto a los mejores juristas del mundo con ONG o entidades sociales que requieran asesoría legal, con un canal de noticias sobre corrupción, gobernanza y derechos de las mujeres.
Estados Unidos ocupa el sexto puesto de la escala debido a cuestiones como los derechos reproductivos y el acceso al sistema de salud. Al otro lado de la clasificación,Arabia Saudí -donde las mujeres tienen acceso a la educación pero se les prohíbe conducir o han obtenido el derecho al voto hace apenas un año- ocupa el penúltimo puesto, inmediatamente después de India y seguido de Indonesia, Sudáfrica y México.
Comparemos algunos datos: en Canadá, el 62% de los graduados universitarios, en Reino Unido, el 22,3% de los jueces y en Australia, el 35,9% de los parlamentarios son mujeres. Sin embargo, a medida que la escala desciende los datos dejan de ser positivos: en Argentina, que ocupa el puesto número nueve de la clasificación, se realizan 500.000 abortos clandestinos al año; en Brasil, que ocupa el undécimo, se estima que 250.000 niñas se dedican a la prostitución; En Turquía, el duocécimo, 3,8 millones de mujeres son analfabetas; en Rusia, con el número 14 de la clasificación, 14.000 mujeres mueren al año por violencia doméstica; en Sudáfrica (16) se informó de 66.196 agresiones sexuales entre 2010 y 2011; o en Indonesia (17), el 90% de las mujeres dicen sufrir acoso sexual en sus puestos de trabajo.  
El informe, que se publicó el pasado mes de junio antes de la cumbre del G-20 en México, muestra que el panorama de las mujeres en muchos países del mundo continúa siendo sombrío, a pesar de la introducción de leyes y tratados sobre sus derechos. Trustlaw encuestó a expertos en políticas de género, profesionales de la salud, académicos y periodistas sobre cuestiones como la calidad de la sanidad, la violencia, participación en política, oportunidades laborales, acceso a la educación y a los derechos de la propiedad, trata de personas y esclavitud en los 19 países que componen el G-20 (la UE que es miembro de la organización como grupo económico no fue incluida). Respondieron a la encuesta expertos de 63 países de los cinco continentes, incluidos miembros de Naciones Unidas y otros organismos y ONG internacionales.
En India, el peor lugar de los países del G-20 para nacer mujer, donde la reciente violación y muerte de una joven estudiante ha conmocionado al país, el 44,5% de las mujeres son desposadas antes de los 18 años. “Las mujeres y las niñas siguen siendo vendidas como bienes, desposadas a los 10 años, quemadas vivas por las disputas relacionadas con la dote y explotadas ​​como mano de obra esclava doméstica”, afirma en el informe Rehman Gulshun, asesor de Save the Children en Reino Unido.
“Es un milagro que una mujer sobreviva en India. Incluso antes de nacer corre peligro de ser abortada debido a nuestra obsesión por los hijos varones", declara Shemeer Padinzjharedil, que dirige Maps4aid.com, un sitio web que acoge  mapas y documentos de los crímenes contra las mujeres en el país asiático. “Cuando es niña, se enfrenta al abuso, la violación y el matrimonio precoz, e incluso cuando se casa, puede ser asesinada por la dote. Y si sobrevive a todo esto, como viuda, será discriminada y no tendrá ningún derecho sobre la herencia o la propiedad”.
Según el informe de Trustlaw, los derechos de la mujer son particularmente vulnerados en México, país con una extendida tradición machista, altas tasas de violencia física y sexual y grandes bolsas de pobreza, donde el acceso a los servicios de salud no son mejores que en algunos países de África. Unas 300 mujeres fueron asesinadas con total impunidad en 2011 en Ciudad Juárez, en crímenes relacionados con el narcotráfico.
Según los expertos que han participado en la elaboración de esta clasificación, es más importante que nunca proteger las libertades de las mujeres en un momento de agitación política en varias partes del mundo.  Los países que no protegen a sus mujeres sufren las consecuencias sociales y económicas a largo plazo. Con políticas globales e informes de este tipo quizás algún día los adolescentes indios dejen de creer que es correcto pegar a una mujer.
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dilluns, 7 de gener del 2013

Trece millones de mujeres han perdido su empleo en 2012 por la crisis


De 2002 a 2007 la tasa de desempleo femenina se situó en 5,8% y la masculina en 5,3 %. Esta disparidad de un 0,5 % se incrementó hasta el 0,7 % en 2012.mujeres-desempleo-crisis--644x362
Trece millones de mujeres en todo el mundo han perdido su empleo, durante este año, debido a la actual crisis económica y las previsiones para las próximos años no son muy alentadoras , según las conclusiones de un informe publicado este lunes, en Ginebra, por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Titulado «Tendencias Mundiales del Empleo de las mujeres 2012» el informe recopila los últimos datos obtenidos, a nivel mundial, por los expertos de esta agencia especializada de Naciones Unidas y analiza las desigualdades de género en materia de desempleo, participación a la fuerza de trabajo, vulnerabilidad y segregación profesional.
«Abordar las desigualdades de género en materia de empleo es un tema sociológicamente complejo. Sin embargo, es necesario aumentar las oportunidades de empleo para las mujeres porque creo que son necesarias en todos los sectores de la sociedad», declaró a la prensa Michele Bachelet, expresidenta de Chile y directora de la Organización de la ONU para las mujeres.
«Las mujeres están atrapadas en su papel de madres de familia y en sus labores caseras y es realmente necesario diseñar políticas que limiten la carga de este trabajo gratuito y que permitan poner en marcha programas que incrementen la participación masculina en estas tareas», explicó Bachelet.
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diumenge, 6 de gener del 2013

La Biblioteca Nacional acogerá una exposición sobre pioneras de la escritura española


 La Biblioteca Nacional acogerá, a partir del próximo 30 de enero y hasta el 21 de abril la exposición 'El despertar de la escritura femenina española', que presenta los retratos y obras seleccionadas de las primeras mujeres españolas que se atrevieron a tomar la pluma, desde Teresa de Jesús, a Luisa Sigea, Olivia Sabuco, sor Marcela de San Felix, María Zayas o sor Angela de la Cruz.
   La muestra, comisariada por Clara Janés, ofrece así el florecer de la literatura en los conventos, tanto en la prosa (Teresa de Ávila), y la poesía (Sor María de la Antigua), como en el teatro (Sor Marcela de San Félix), pero también, damas que concurren a certámenes y suman sus escritos a libros colectivos realizados con motivo de un homenaje o una celebración.
   Esta exposición da cuenta de cómo la fama hace que, desde muy pronto, algunas de estas escritoras conozcan traducciones, réplicas e incluso usurpación de su nombre (Luisa Sigea). Asimismo, en ella se podrá ver que una mujer es depositaria y difusora de obras de los grandes doctos (Sor Ana de Jesús de San Juan de la Cruz y Fray Luis de León); que otra, sin querer tomar hábito, se hace misionera y su labor es reconocida en distintos países (Luisa de Carvajal); o que las hay que se dedican al teatro (Ana Caro).
   También será protagonista la que, a pesar de su gloria, guarda celosamente su verdadera identidad (María de Zayas); la que, interesada en la ciencia, descubre un elemento del cuerpo y lo comunica (Oliva Sabuco); aquella que se hace famosa por sus traducciones (Isabel Rebeca Correa); la aguda pensadora (Juliana Morella); la ganadora de numerosos certámenes (Cristobalina Fernández de Alarcón); la que, desde tierras de ultramar, movida por el talento de Lope de Vega, le escribe una epístola en verso (Amarilis); y la que, también al otro lado del Atlántico, tiene su celda poblada de aparatos científicos y libros de literatura y de pensamiento de todo tipo hasta que la Inquisición la obliga a retractarse de sus ideas, renunciar a sus posesiones y declararse "la peor de todas" (Sor Juana Inés de la Cruz).

Fuente
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