El modelo tradicional de género enferma, defiende Itziar Abad con motivo del Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres.
Malestar, depresión, ansiedad, somatizaciones, dolores, fibromialgia, fatiga crónica, colon irritable… El modelo tradicional de género enferma a las mujeres. Las encasilla en el rol de ‘madresposa’ y les exige una dedicación casi exclusiva a las tareas domésticas y de cuidado de la familia. La entrega al trabajo reproductivo (socialmente infravalorado y no remunerado) las mantiene en el espacio privado y limita su presencia en el espacio público, lo que dificulta que tejan relaciones y apoyos sociales. También enferma a los hombres, al empujarles a conductas riesgosas para demostrar su dominio y fortaleza.
A lo largo del siglo XX, el modelo tradicional de género subvirtió, gracias a la incorporación de las mujeres a la educación, al mercado laboral y a la vida pública. Sin embargo, los roles de género continúan vigentes hoy en día, si bien de un modo menos rígido.
Sara Velasco: “El modelo igualitario de género supone una protección para la salud, ya que la vulnerabilidad de género procede, en última instancia, de las relaciones de poder y de las contradicciones entre los ideales sociales y los personales”
Los hombres están lejos de asumir de manera equitativa las tareas domésticas y de cuidados, de tal forma que las mujeres que realizan un trabajo productivo (socialmente reconocido y remunerado) tienen que hacer frente a lo que se denomina ‘doble jornada laboral’, que minimiza su tiempo personal y de ocio y deteriora su salud. Además, para poder compatibilizar los trabajos productivo y reproductivo, son muchas las que se acogen a bajas y a reducciones de jornada, con el impacto en términos profesionales y económicos que eso conlleva.
Por su parte, muchas mujeres mayores siguen dedicadas a las tareas de crianza y de cuidados que han desempeñado durante toda su vida. Tras criar a las hijas y a los hijos, vuelven a criar a las nietas y a los nietos. Puede darse, incluso, que en alguna etapa también tengan que cuidar a su marido enfermo o a familiares dependientes de mayor o menor cercanía: madre o padre, hermanas o hermanos, suegra o suegro, etc. Esto acarrea, en ocasiones, un estrés y una presión que conduce a las mujeres mayores a situaciones de enfermedad grave, como el ‘síndrome de la abuela esclava’, “una de las pandemias más sufridas por las mujeres en el siglo XXI”, según el cardiólogo Antonio Guijarro.
Las jóvenes tampoco están a salvo de las consecuencias del modelo tradicional de género. “Puede que no exista en ellas una dependencia socioeconómica o una posición socialmente subordinada y que, sin embargo, en la esfera íntima se estén reproduciendo patrones afectivos tradicionales, los cuales originarán actitudes de vulnerabilidad de género”, señala Sara Velasco, médica y psicoanalista.
En época de crisis económica, las mujeres se encuentran en una posición de especial vulnerabilidad debido, precisamente, a la persistencia de los roles y estereotipos de género y al distinto lugar que mujeres y hombres ocupan en la sociedad. Ante el miedo y la incertidumbre generalizada acerca del futuro laboral, existe el riesgo de que el sexismo resurja con virulencia y que, en consecuencia, los hombres sean preferentes a la hora de conservar el empleo y las mujeres vuelvan a quedar relegadas al ámbito doméstico y familiar.
Los gobiernos no garantizan la sostenibilidad de la vida, y menos en época de crisis, función primordial que corre el peligro de volver a recaer exclusivamente en los hogares y, dentro de ellos, en las mujeres
De momento, los recortes presupuestarios efectuados por los gobiernos con la excusa de hacer frente a la crisis han afectado seriamente a las políticas sociales. Así, han sufrido recortes sectores como la sanidad, la educación o la igualdad, fuertemente feminizados, lo que ha supuesto la precarización y el aumento del desempleo femenino.
Por otro lado, el sector público ha dejado de ofrecer servicios relacionados con las tareas de cuidado o educativas, que han vuelto a recaer principalmente sobre las mujeres. Este hecho les exige centrarse en su rol de madre/cuidadora en lugar de hacerlo en la búsqueda de empleo o en especializarse para partir de una posición más competitiva en tiempos mejores.
En su búsqueda por recuperar las tasas de acumulación de capital, los gobiernos están atacando las condiciones de vida de las personas y no garantizan la sostenibilidad de la vida, función primordial que corre el peligro de volver a recaer exclusivamente en los hogares y, dentro de ellos, en las mujeres.
Es más; hay políticos que ya nos han advertido de que trabajarán explícitamente para que así sea. Javier Arenas, presidente del PP de Andalucía, declaró hace un par de meses que apoyará “todas las políticas relativas a la mujer” que ponga en marcha el Gobierno español y que persiguen “recuperar los valores familiares que, desde que la mujer trabaja, se han perdido”. “Cuando esas feministas vuelvan a estar cómodamente en su casa, educando a sus hijos y cuidando de sus familias, nos lo agradecerán”, dijo Arenas.
Hoy, 28 de mayo, Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, me gustaría alertar de que, de continuar así, se desandará el lento y fatigoso camino avanzado hacia la igualdad de oportunidades y de trato de mujeres y hombres y hacia la justicia social. Además, el enfermizo modelo tradicional de género se impondrá de nuevo, en lugar de dar paso al modelo de género igualitario, “que supone una protección para la salud, ya que la vulnerabilidad de género procede, en última instancia, de las relaciones de poder y de las contradicciones entre los ideales sociales y los personales”, recuerda Sara Velasco.
Autonomía e independencia, proyectos y realizaciones propias (empoderamiento individual) y red y apoyo social (empoderamiento colectivo), son algunos de los beneficios característicos de la igualdad que impactarían positivamente en la salud de las mujeres.
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