La tradicional cultura machista del país, mitigada en cierta medida durante la República por las disposiciones gubernativas favorables a la mujer, vuelve con más fuerza que nunca durante la posguerra. Para la ideología franquista la mujer es el ángel del hogar. Su lugar está en la casa, consagrada al cuidado del marido y de los hijos y su única función es la de ser una esposa sumisa y una madre abnegada.
Si la República promocionó a la mujer en términos de igualdad con el hombre, en la concepción cristiana y tradicional de la Nueva España la mujer debía por el contrario abandonar el trabajo remunerado y regresar al hogar para convertirse en una buena esposa y madre de familia que diera a luz y formase a las nuevas generaciones que engrandecerían la Patria. La legislación de la época fomenta el retorno a la esfera privada de la mujer trabajadora, condicionando los premios de nupcialidad a que la beneficiaria abandonase su empleo de soltera. La nueva Ley de Ayuda Familiar, promulgada en marzo de 1946, penalizaba el trabajo de la mujer casada con la pérdida del plus familiar (cuya finalidad era la de fortalecer a la familia proporcionando a los trabajadores un auxilio económico en relación con el número de hijos), considerando que las tareas de éstas debían dedicarse exclusivamente a sus labores como esposas y madres.
Las muchachas de la Sección Femenina recorren los pueblos de España predicando la buena nueva ataviadas con sus camisas azules: ¡el puesto de la mujer vuelve a estar en el hogar! Es, en consecuencia, desaconsejable que las muchachas cursen estudios superiores, no obstante, en el caso de hacerlo su formación se orientará a carreras propiamente femeninas: enfermera, comadrona o maestra de escuela. La supresión de la coeducación facilita las cosas. La nueva mujer española descubre que la femineidad consiste en mostrarse infantil y desvalida para inspirar al hombre sentimientos protectores.
Sucesivas campañas de moralidad en prensa y radio insisten machaconamente en la necesaria recuperación de los valores de la mujer española. Se cuestionan el baile agarrado, la exhibición del cuerpo femenino...
En la enseñanza femenina se introduce la asignatura de “Hogar”, impartida por monitoras de la Sección Femenina, cuyo equivalente en los centros masculinos será “Formación del espíritu Nacional”. El deporte femenino de competición, tan impulsado durante la República, cede su espacio a los saludables ejercicios de gimnasia sueca, con los muslos de la joven convenientemente ocultos por los recatados “pololos”.
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