Hands

dimarts, 12 de juny del 2012

La otra orilla siempre es más bella

En varias ocasiones  he tenido que lidiar con despedir a seres muy queridos y, a la vez, sobreponerme a la rabia de un final innecesariamente largo y triste, desnaturalizado, eternamente doloroso. 

Inevitablemente he pensado, imaginado, soñado cómo será mi final. No me asusta la muerte pero sí, y mucho, el dolor. Llegado el momento no quiero ni un minuto extra, ni prórrogas...NADA. Quisiera dar ese paso con la fuerza y entereza  de muchos momentos vividos. Encontré unas palabras de Carmen Laforet que voy a tomar prestadas ya que compartimos pensamiento...
Me horroriza no reconocer la otra orilla porque siempre es más bella.





"(...) Si me llega esa enfermedad que temo  de pérdida de la inteligencia metedme en un sanatorio. Si me llega otra enfermedad horrenda y larga yo creo que lo solucionaría pero no me gustaría en ningún caso ser una carga. Y jamás someterme a experimentos para "vivir más". Si hay un momento, hija, en que diga el médico "hay que operar" consultadme a mí sin miedo alguno a que me asuste. Y hacedme el favor, me veáis como me veáis, de dejarme a mí y no al médico la decisión de hacerlo o no. Esto es un ruego.

No quiero vida artificial  ni sufrimiento inútil nunca. Incluso si se trata de  meses o años dudosos de vida. Hoy no lo quiero. Y creo que no lo querré cuando llegue el momento. No te quedes tranquila si llega eso diciendo "hicimos todo lo posible" sino "hicimos lo que ella quiso" (...).

Querida. Yo no me proponía comenzar una carta así. Pero por algo será que así la he escrito en esta confianza absoluta de mis miedos. Entre estos miedos puedo jurártelo no está, no existe , el miedo a la muerte, sólo a sus miserias prolongadas por la ciencia. Lo único que en caso grave desearía de la ciencia, sería el alivio del dolor físico sin miedo a que ese alivio pudiera acortar unos días mi vida. Por eso te digo, Cris, que si me ocurre algo repentino: un accidente a sí, que estés bien segura de que yo no tengo miedo a eso, de que creo mi vida cumplida y lograda. Cumplida y lograda y feliz porque he visto tu madurez total en felicidad, fuerza y valor".

Cristina Cerezales Laforet; música blanca. Ed. Destino, 2009, pág 245

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