Mérida es una adolescente rebelde. Su pasatiempo favorito es llevar la contraria a sus padres. No tiene pensado cumplir con lo que se espera de ella, ni mucho menos casarse con las costumbres. ¿La forma más directa de conseguir algo de ella? Pedirle que haga exactamente lo contrario. Hasta ahí, todo normal. Pero es que Mérida es un dibujo. Y no cualquiera: esta guerrera escocesa de pelo llameante es el primer personaje femenino que protagoniza una película de Pixar, la productora que llegó hace dos décadas para convencernos de que las fantasías animadas no siempre son una cosa de niños.
No es este el único antes y después de Brave, que se estrena el viernes en España. Nunca uno de sus guiones había situado la acción en el pasado. También es la película con la que la compañía se estrena en el clásico mundo de los cuentos de hadas. Quizá el hecho se deba a que es propiedad de Disney desde 2006.
Eso sí, que nadie confunda esta con una historia de princesas. Mérida comparte con sus compañeros masculinos (de Buzz Lightyear, al vaquero Woody; del monstruoso Sully a la entrañable chatarra de Wall-E) una cierta iconoclastia, que ha hecho de Pixar más que una productora de animación todo un estado mental. También, una de las historias de éxito más asombrosas del cine reciente. La firma cuenta por taquillazos todas sus películas, que con esta suman 13. Esa ya legendaria infalibilidad ha reportado la compañía 7.000 millones de dólares (5.639 millones de euros).
John Lasseter, fundador de Pixar y ahora también director creativo de los estudios Walt Disney, asegura que la clave del éxito está en la apuesta por historias con las que otros no se la jugarían. Incluso, afirma, en este caso, aunque el guion seguramente sea el más tradicional del lote (la competencia es ciertamente difícil; desde las aventuras de un grupo de muñecos a punto de ser olvidados por los humanos hasta el viaje en globo sin salir de casa de un viudo septuagenario, estos tipos se han atrevido con todo).
En Brave, aseguran sus creadores, la creatividad hay que buscarla en el fondo de los personajes, del mismo modo que conviene buscar al diablo en los detalles. Tras el personaje de Mérida, esa adolescente vaga cuando quiere pero plena de energía para lo que le interesa, se esconde una sutil subversión del discurso establecido, cifrado en la intención de sus padres de buscar el príncipe adecuado para una princesa como ella. “A Lasseter le gusta llamarlo un cuento de hadas sincero”, recuerda Katherine Sarafian, productora del filme y e intérprete de los deseos de su directora, Brenda Chapman, que irónicamente iba a ser la primera realizadora en la historia del estudio, pero dejó el proyecto que había imaginado hace siete años “por diferencias creativas”.
Por muy relajado que parezca el ambiente en Pixar, por muchos patinetes que rueden por sus pasillos y aunque los despachos recordasen a alocadas jugueterías durante una reciente visita, todos saben que hacer una película de animación no es un asunto fácil, sino un arduo camino lleno de altibajos en un mundo en el que la paridad es una asignatura pendiente. Probablemente, más que cualquier otro sector de Hollywood, la animación es un mundo de hombres. Un sistema que aún recuerda vagamente a aquellos tiempos de los dibujos animados clásicos, cuando las mujeres eran llamadas “las chicas de color”: ellas eran las encargadas de colorear los acetatos, única tarea para la que eran requeridas.
Cierto es que en pleno siglo XXI ese trabajo ya no existe. Hoy son más las mujeres que ocupan puestos destacados en Pixar, como subraya Sarafian. En Brave, contó con Claudia Chung, encargada de la simulación por ordenador de los tapices, las telas y, sobre todo, del pelo de Mérida; con Tia Kratter, directora de arte e iluminación, y con Janie Cruz Santos, la primera mujer supervisora de animación del estudio. “Era fundamental que en esta historia tomaran las riendas las mujeres”, aclara la productora.
Aunque este solo es el primer paso de un largo camino. En la compañía siguen reinando Lasseter y su brain trust, consejo de sabios por cuyo tamiz pasan todas las películas tanto de Pixar como de Disney. Solo está compuesto por hombres. Es más, casi todos ellos salieron de la misma promoción de CalArts, la escuela de animación y bellas artes de California que a mediados de los 70 también formó a cerebros como Tim Burton Brad Bird, Andrew Stanton o Pete Docter. “Lo cierto es que hoy es más difícil entrar de becario en Pixar que en Harvard”, aclara con orgullo Lasseter.
Pese a que muchos en Hollywood se refieren a este grupo como “la mafia de CalArts”, Sarafian admite que Pixar está a la búsqueda de nuevos directores como Mark Andrews en Brave. Capaces de “abrir una ventana cuando una puerta se cierra”. Andrews encontró un nuevo comienzo para una historia que no acababa de arrancar. Un proceso similar al que vivieron películas como Ratatouille, Toy Story 2 o Wall-E. A todas ellas une el hecho de haberse visto se atascadas durante su creación.
“Ese es el significado de ser valiente, aceptar la vulnerabilidad en la que te pone mostrar tu trabajo”, explica la productora parafraseando el título de la película y recordando que ya es habitual en Pixar tirar un proyecto abajo para construir algo mejor. Incluso si esto sucede a mitad de producción. “La filosofía de Lasseter es que no importa cuánta tecnología le pongas a una mala película, nunca dejará de ser mala. Por eso lo importante es la historia, la emoción, el corazón. Un realizador es un alquimista, alguien que busca la pócima perfecta donde los elementos clave son la historia y su enclave”, explica Andrews. Si tanta retórica de superación posmoderna les suena al discurso energizante de Steve Jobs, quizá sea porque el visionario fundador de Apple salvó Pixar en 1986 al comprarla cuando estaba lista para el desguace. O porqueBrave, la penúltima revolución creativa del estudio, está dedicada a su memoria.
Otras heroínas animadas
TONI GARCÍA
Mérida es la primera protagonista femenina de una película de Pixar, pero antes hubo otras heroínas animadas memorables.
Colette (Ratatouille): probablemente la fémina más rotunda y comprometida de Pixar hasta la fecha. La ayudante de cocina que acompañará al futuro chef por el mundo de la alta gastronomía sabe cómo manejarse en un mundo de hombres y es —quizás— el primer intento de la compañía por crear un personaje que no por femenina deja de llevar galones. El toque definitivo es esa motocicleta que conduce por París.
La mujer elástica (Los increíbles): Helen Parr (en la imagen) es —a primera vista— un personaje más de Disney que de Pixar. Ama de casa, que cuida de sus tres retoños mientras el señor Increíble provee. Pero quizá no exista en la película un personaje más profundo que esta superheroína a la que le alcanza para todo sin cansarse ni la mitad que su marido. Activa, energética, dibujada con rasgos dulces y un maravilloso sentido de la justicia, la mujer elástica es el primer intento serio de Pixar por esquivar tópicos y acaba por convertirse en un personaje memorable.
Eva (Wall-E): más gato que mujer, esquiva e independiente, poco preocupada por los deseos masculinos (aunque estos se personifiquen en un robot de hojalata), el personaje de Eva en la deliciosa Wall-E, se parece más a Greta Garbo que a Norma Jean. Sólo la genialidad de Pixar podría crear una criatura coqueta y sofisticada a partir del esbozo de una máquina de reconocimiento. Su historia de amor con Wall-E es ya un clásico.
La señora Patata (Toy Story): aunque Pixar deseaba que nos fijáramos en Jessie, esa vaquera que le roba el corazón a Woody, es imposible no caer en los brazos de la señora Patata. Mujer tradicional, siempre al lado de su marido este elogio de la redondez y la ternura no dudaba en sacar su furia ante la injusticia (y sin ningún miedo) y acababa formando una familia con los alienígenas. La más clásica de las heroínas de Pixar; no por oculta menos heroína.
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