En relación a la oposición que la sociedad mantiene a utilizar un lenguaje no sexista, Marcela Lagarde opina : “El uso de un lenguaje incluyente ocasiona malestar político, porque si solo hay un sujeto y de repente viene otro sujeto que reclama su condición de ser, hay que hacerle espacio para que quepan dos. El monopolio de condición de sujeto genera un poder enorme y cuando las mujeres nos colocamos ahí, hay temor de que adquiramos esa condición del sujeto que domina. Cuando nosotras decimos no solo la “a” sino que queremos el poder, se imaginan que queremos el poder de dominar. Y entonces tenemos que explicar que queremos poderes democráticos. Hay muchos miedos sociales. Hay quien se molesta porque hablar en femenino en una cultura que se radicalizó en el uso de un lenguaje sexista implica hacer una reivindicación política. Estás haciendo un acto político de vindicación de eso que se niega, se rechaza”.
“Y hay mujeres que se avergüenzan de hablar en femenino porque han sido educadas en los parámetros del machismo en el lenguaje, luego hablar en femenino es como colocarse en el lado que pierde, en el lado interiorizado, oprimido, y muchas mujeres lo que quieren es estar en el otro lado. Es preciso recorrer un camino lingüístico, porque el lenguaje vindica nuestra existencia plena, reconocidas como mujeres y no subsumidas en lo masculino, en los hombres”.
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