Hands

dissabte, 13 d’octubre del 2012

Hermanos de sangre



Odio y disputas se tejen en “Humo rojo”, esta novela de Perla Suez donde se conjugan forma, fondo y simbolismo.


En esta novela, Perla Suez vuelve al mundo de los pueblos chicos que siempre respira en su literatura, no sólo la de adultos a partir de la Trilogía de Entre Ríos sino también, la anterior, la que corresponde a sus libros para chicos. El del pueblo “Los Arribos” es otra vez el espacio amargo de los inmigrantes por un lado (no por nada el lugar se llama “Los Arribos”) y por otro, el de los indios y gauchos a los que esos inmigrantes desplazaron y explotaron. 
La cultura corporativa y muy invasiva que viene de Europa en distintas ondas de inmigrantes está representada aquí por la aparición de la Forestal, que está creciendo y conquistando el poder, primero en la provincia y después en el pueblo. En realidad, como tantas Compañías en películas y novelas de los últimos tiempos, aquí, la Forestal es un fantasma vago y lejano al principio; después, un peligro cercano y verdadero.


Una historia bíblica

En el pueblito, definido por clases sociales bien marcadas, Suez cuenta la historia de dos generaciones de una familia alemana: la primera es la de los que “bajan de los barcos”, como diría Borges, y la segunda, la de los que nacen aquí. Es una historia bíblica: las maldiciones pasan de padres a hijos y el odio entre hermanos recuerda indefectiblemente a Caín y Abel. En Humo rojo, los dos hermanos se llaman Oskar y Thomas y el problema es el autoritarismo de su padre alemán.

Los hermanos abren y cierran la historia en 1945, fecha clave si las hay (debemos tener en cuenta las fechas en Humo rojo, que también es una novela histórica). El núcleo de la novela es todo lo que pasa antes y ese núcleo muestra el doble destino de los inmigrantes en América: uno de ellos termina codeándose con el poder y la política; el otro termina pobre y amargado. Uno tiene éxito; el otro, no.

Suez teje su historia de injusticia en una prosa pensada palabra a palabra, una prosa que tiende al silencio, al no decir. La escritura exige a los lectores que llenen los huecos con su propia imaginación, a partir de las reacciones de los personajes y ese esfuerzo es parte de la aventura.

Decía Umberto Eco que todo libro elige a sus lectores. En Humo rojo, la selección la hacen ese esfuerzo y la falta absoluta de esperanza. Porque la historia termina en un callejón sin salida, sin luz, sin espacio para respirar. En ese sentido, la novela sigue la historia de Abel y Caín muy de cerca. No la da vuelta por completo como hace José Saramago en Caín: lo que hace es contarla de nuevo, agregándole un tono argentino y personajes de otro universo como el indio Laurentino.

En cambio, el suspenso acerca a Humo rojo a un público amplio. Como otras novelas de adultos de la autora cordobesa, todo gira alrededor de un crimen que se nombra apenas al principio y se dilucida al final para los lectores solamente (los personajes nunca saben la verdad). El crimen sostiene la lectura desde el enigma y organiza el esquema temporal circular sobre el que se mueve la narración. Como pasa en muchas novelas de fines del siglo XX y principios del XXI, Perla Suez describe aquí su propia escritura: “El tiempo se desfiguraba... como si se hubiera borrado y se creaba entre ellos un clima denso y opaco”. La opacidad que rodea a la familia Köhler es la marca de la escritura de esta autora premiada en todo el mundo y el clima es tan denso que termina siendo una metáfora de las muertes que se relatan, muertes por algún tipo de asfixia. Así, como en toda buena literatura, la forma, el fondo y lo simbólico funcionan juntos y dicen exactamente lo mismo.

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