La incorporación de la mujer a la vida laboral ha creado un cambio en nuestra sociedad. Hace ya años que conceptos como corresponsabilidad y conciliación nos empiezan a resultar familiares, pero lo que no acabamos es de llevarlo a una práctica real.
En 1999 se creó la Ley 39/1999, de 5 de noviembre, para promover la conciliación de la vida familiar y laboral de las personas trabajadoras. En esta ley podemos encontrar un aspecto que facilita realmente la vida a la mujer madre como un periodo de 16 semanas al dar a luz, con una remuneración del 100%. Pero, ¿por qué el resto de los permisos no están remunerados, como por ejemplo el permiso para el cuidado de personas dependientes? Hay muchas incógnitas que quedan sin resolver y que no ayudan a la mujer a tener la fuerza para romper las barreras sociales e incorporarse al mundo laboral.
Un primer dilema que se suele plantear en los núcleos familiares, y más concretamente en las madres, es la diferencia entre lo mejor para ellas o su futuro laboral y lo mejor para sus hijos/as, de lo que se extrae el planteamiento de trabajar media jornada mejor que una jornada completa. En mi opinión, hay una inercia muy fuerte del modelo tradicional de familia en la que la mujer es quien se encarga del cuidado de los hijos/as.
Un segundo dilema, no por ello más débil, es cómo hacer que los hombres se incorporen al mundo del cuidado de los hijos/as en lógica simetría con la mujer y un reparto igualitario de tareas domésticas. Desde las escuelas se está luchando por implantar una coeducación. Que niños y niñas, indistintamente, sean partícipes en todo tipo de actividades, juegos… y que conozcan que, al igual que hay familias con distintas composiciones (monoparentales o parejas que a su vez pueden ser de igual o distinto sexo…), hay distintas organizaciones en las tareas tanto domésticas como en el cuidado de los niños/as y que pueden ser igual de válidas que las tradicionales o, en mi opinión, incluso más.
Por otro lado, las familias de los alumnos/as deben ir comprendiendo que el papel de los hombres no es colaborar sino compartir las tareas en la justa medida.
Un tercer dilema es si la calidad de la vida de la familia varía en función de si la mujer trabaja o no. Y aquí creo que lo importante es simplificar. Si los dos miembros de la pareja trabajan a jornada completa, es fundamental una organización de las tareas del hogar que dejen un espacio a cada miembro de la familia a tener su propio tiempo y espacio, tan importante para el desarrollo integral de la persona.
Y con todo esto llegamos a lo que considero la mayor realidad social actual, nuestros dioses, nuestros padres, los abuelos polifacéticos de la actualidad. Ellos son los que muchas veces hacen posible esta tan esperada incorporación de la mujer a la vida laboral. En un de cada tres casos es la red familiar la principal ayuda que hace posible la incorporación al mundo laboral de las mujeres madres y no la ley citada anteriormente. Aquí encontramos unos cuidadores universales que comparten con sus hijos e hijas la labor educativa de los nietos/as.
Lo lógico sería no tener que reclamar a nuestros gobernantes una ampliación de la legislación para proteger y ayudar a los ciudadanos/as, para que tengan cubiertas sus necesidades vitales, para acceder libremente al mundo laboral, con empleos estables, para poder compatibilizar el trabajo con una vida personal y familiar plena y para que el reparto de papeles entre hombres y mujeres se equilibre. El tren de la conciliación, y por supuesto el de la igualdad, han arrancado lentamente. El viaje acaba de comenzar y el recorrido será arduo, pero al menos ya está emprendido. Lo de las heroínas es para el cine y la ficción. El tiempo es nuestro, la vida es nuestra. ¡Adelante!
María Enciso Belloso
Maestra de Educación Infantil de la escuela de Ablitas
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