La escritora española, Almudena Grandes, está en Colombia para participar en un encuentro literario.
-Una novela es, para mí, tiempo de vida. Yo podría contar mi vida por novelas.
Habla Almudena Grandes, la autora española que con cada nuevo libro se roba el dinero de lla crítica especializada, la cual es la única con recursos y tiempo suficiente para leer algo con un titulo tan largo que "no expresa nada". Habla Almudena, con esa voz gruesa de tanto cigarro negro.
Su vida, por novelas.
La primera que escribió, en 1989, dice en alguna página:
Un instante después comenzaron a besarse de una manera salvaje, urgente, insólita. Antes les había visto hablar, intercambiar gestos y gruñidos de tanto en tanto, como si en realidad se conocieran bien. Tal vez fuera así. No lo sé...
Se trata de 'Las edades de Lulú', la novela erótica con la que ganó el Premio La Sonrisa Vertical, la que se tradujo a una veintena de idiomas y llevó a Grandes a la fama. "Esa novela puso mi vida boca abajo y estuvo a punto de acabar conmigo. Pero, al final, no. Al final, pude con ella".
Lo dice por el éxito inesperado. Era lo primero que publicaba después de botar a la basura varios manuscritos que no la convencían. Almudena, con 29 años, llevaba una vida corriente. "Y de repente, me hice famosa. Era como estar en una batidora. Tuve que preguntarme qué quería ser, si escritora o famosa. Cuando recordé que quería ser lo primero, fue todo más fácil". Las edades de Lulú mostró la libertad de su generación. "La España de los años 80, cuando aprendimos a vivir el exceso sin culpa, a desterrar el concepto de pecado, a disfrutar frenéticamente la libertad".
Después del triunfo de su ópera prima, sucedió lo inevitable: la necesidad de escribir una segunda novela. Hoy, Almudena lo tiene claro:
-El mundo está lleno de escritores de una sola novela. Mientras no demuestres lo contrario, tú puedes acabar siendo uno de ellos. De manera que me senté a escribir.
Llegó, entonces, 'Te llamaré Viernes'.
Quizás no fuera otra cosa que la nostalgia de aquellos hilos, el denso hastío de la desesperanza, el motivo que le impulsó a inaugurar ese estúpido hábito de la correspondencia cuando, ya bien entrado en la treintena, carecía de estímulo para esperar con fe el principio de otra vida...
De las suyas, esa es la novela que menos le gusta. Almudena suelta esa frase y de inmediato se corrige: "No sé si es la que menos, pero sí recuerdo el sufrimiento con el que la escribí. Vigilándome a mí misma". Se trataba de demostrar que sabía lo que hacía, y se fue para el lado de los excesos, en adjetivos, en metáforas, en símiles. La publicó en 1991, cuando las olas de Lulú todavía seguían rondando. "Nunca vas a volver a ser tan libre como en la primera novela -dice Grandes-. Y nunca vas a estar tan preso de tus miedos como en la segunda".
Tanto en estas dos primeras obras como en las dos siguientes -Malena es un nombre de tango y Atlas de geografía humana-, Almudena hizo lo que ella califica como una crónica sentimental de su generación. Describió los conflictos de la mujer desde todos los rincones, amorosos, sexuales, laborales. La familia aparecía como eje de sus narraciones. Y cómo no, si en la cocina de su casa nació su vocación: Almudena tenía 12 años. Su mamá cocinaba y ella la ayudaba y hojeaba un ejemplar de la revista Hola.
-¿Quién es? -le preguntó a su mamá, y señaló la foto de una mujer negra con turbante que aparecía en una página.
-Es Joséphine Baker (la famosa bailarina de cabaret francesa) -le respondió.
Y agregó:
-Tu abuela la vio bailar desnuda en un teatro de Madrid.
"En ese momento, sentí que me faltaba el suelo debajo de los pies -cuenta Almudena-. Quedé atónita. Yo me había criado en un colegio de monjas, en un país asfixiante, ¡y mi abuela había visto a Baker desnuda en Madrid! Ahí descubrí que el progreso no es una línea recta. Yo pensaba que era más moderna que mi madre y mi madre, más que mi abuela. No. Desde entonces, he intentado entender en qué clase de país me ha tocado vivir. He buscado rescatar los hilos de la memoria".
Eso son sus novelas.
***
Hace años que mi cara no me sorprende ni siquiera cuando me corto el pelo...
Así comienza 'Atlas de geografía humana', novela protagonizada por cuatro mujeres que trabajan en una editorial y redactan fascículos de geografía. No es un escenario extraño para Almudena, que se graduó en Geografía e Historia y cuyo primer trabajo fue escribir para enciclopedias.
Estas cuatro mujeres, muy distintas entre sí, terminan apoderándose de las páginas, cada una con sus historias. Almudena escribió este libro en un momento clave de su vida: el aviso de su embarazo, los meses de espera, el nacimiento de su hija Elisa, la lactancia. Una tarde, paseando a su bebé en coche por las calles de Madrid (hoy, Elisa tiene 15 años), y habiendo puesto ya punto final a Atlas, pensó:
-¿Y ahora qué?
Ella misma se respondió:
-Ahora, nada.
Sintió que no tenía más que contar. Había agotado el filón de la crónica sentimental. No tenía sentido repetirse. Si lo hacía, se aburría ella, aburría a los lectores y degradaba sus libros anteriores. Tenía que encontrar un nuevo registro.
Pasó varios meses aterrada, llena de miedo, hasta que apareció la idea de la que sería su siguiente novela, la que cambió su rumbo narrativo, que se volvió su obra bisagra y le significó "agarrar el tema de la memoria por los cuernos" (su verdadera obsesión). La tituló 'Los aires difíciles'.
Muchos cambios llegaron con esta obra. Primero, el método: con una niña recién nacida, Almudena no podía pasar horas enteras frente al computador. Comenzó, entonces, a planear la novela tomando notas en un cuaderno. "Así descubrí el mejor método. Desde ese momento, no volví a tener crisis en las novelas. Las paso antes, en el cuaderno".
También hubo un cambio en sus personajes. Hasta ese momento, sus protagonistas eran heroínas luchando solas contra el universo. Los protagonistas de Los aires difíciles, en cambio, son personas capaces de lo mejor y lo peor. "Me di cuenta de que me interesaban más esos personajes que reflejan la condición humana, esos que pueden llegar a hacer lo más bello por alguien, pero también cosas horribles. Me la paso mejor con ellos".
Sabía de sobra cuál era la mecánica que activaba cada accidente de tráfico. (...) Sabía que nadie se despide oficialmente de la vida hasta que varios desconocidos consienten en que se haya muerto del todo, se lee en este libro.
A partir de Los aires difíciles, Grandes se sintió en control sobre lo que escribía. "Madurar como escritor también es aprender a dominarse a sí mismo. Es escribir libros en los que las virtudes brillan y las limitaciones no se notan".
Sus novelas son de estructura compleja, laberíntica, minuciosamente estudiada. Es lo que más le importa a ella, el armazón. Le preocupa más que los personajes y que el argumento. Las suyas son historias dentro de historias dentro de historias. "Creo que tiene que ver con mi forma de pensar, con la estructura de mi cabeza. Yo me tengo por una persona inteligente, pero no soy especialmente rápida. No soy la que descubre el camino más rápido entre el punto A y el B. Cuando llego al B, ya he pasado por el H, el C, la X. Tengo una tendencia a pensar en espiral. Así escribo".
Y no narra como si estuviera en una carrera de cien metros, sino en una maratón. Y mientras lo hace, mira todo.
***
Su siguiente obra, 'El corazón helado', es la que más la ha marcado porque es la que ha estado más cerca de su propia historia. Grandes no ha escrito novelas autobiográficas, pero tiene claro que todo ha nacido de ella. "Hay un adagio en mi oficio que dice que solo se puede escribir lo que se recuerda. Es verdad. Si no encuentras dentro de ti una fibra que te permita sentir con el personaje, no puedes contar lo que le está pasando. Toda ficción es autobiográfica. El único material al que se puede acudir es a nuestra memoria. Por eso, escribir es un trabajo de excavar y escavar dentro de sí mismo".
-¿Se escribe siempre la misma historia?
-Los temas de la literatura son muy pocos. Desde que existe, escribimos de lo mismo. Lo que ocurre es que escribir es mirar el mundo y contar esa mirada. Y cada escritor ve cosas distintas. Con su siguiente obra, 'Inés y la alegría', Almudena inició una serie de seis novelas sobre la posguerra española. Acaba de publicar el segundo título, 'El lector de Julio Verne' (protagonizada por un niño), y ya trabaja en el tercero. "Son novelas que cuentan el periodo más atroz de mi país, pero no son tristes, porque están narradas por gente que cultivó la esperanza, que decidió vivir del lado de la luz así pagara un precio por ello".
-¿Las novelas le han cambiado la vida?
-Se suele decir que las novelas cambian a los lectores. Pero también cambian a los escritores. Las novelas que escribes te afectan. A veces, mucho. Te cambian desde el punto sentimental y literario. Eso es bueno. Pero lo importante es aislar la vida real de la vida del libro. A lo mejor, cuando un personaje tuyo triunfa, tú estás hundida en la tristeza.
-Difícil, eso.
-Es una característica del oficio. La gloria y la miseria de este oficio es la soledad.
María Paulina Ortiz
Redacción EL TIEMPO
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