Toman las riendas sin reparo y asumen con valentía y energía sus
proyectos de empresa y vida. Demuestran cada día que el éxito no es
cuestión de sexos pero que el modo de afrontar el asunto si se
diferencia de hombres a mujeres. Este capítulo juega un papel
determinante en el libro pues encarga a todo el género femenino que
asuma el nuevo rol de liderazgo social, económico y cultural que ya no
puede postergar por más tiempo.
Cuando le preguntas a un emprendedor, hombre o mujer, los motivos del porqué emprende, las respuestas son, según el informe GEM, redondeando los porcentajes, en un 75% por oportunidad, entendiendo “oportunidad”
como obtener una mayor independencia, aumentar o mantener los ingresos o
para poder desarrollar un proyecto, y en menor proporción por tener una
empresa familiar.
La otra motivación, un 15%, es la
necesidad. Nos queda un 10% de emprendedores, que aducen “otros motivos
principales” para emprender. Dentro de estos “otros motivos”, dividido
por sexos, vemos que un 65% son mujeres, mayormente concentradas en las
Comunidades de Cataluña, Andalucía, la Comunidad Valenciana y Madrid, de
negocios y sectores muy variados, destacando algo el sector hostelero y
el comercio. Por desgracia todavía, la mujer debe buscar un factor de
facilidad para conciliar la vida personal y familiar por encima de lo
que lo hace el hombre.
Las mujeres ganan menos que
los hombres. En puestos directivos, la diferencia es de un 15% para el
mismo puesto y la misma formación. Las mujeres con estudios
superiores abandonan más el mercado laboral que los hombres, con lo que
hay una evidente pérdida de talento. Esto crea sentimiento de
frustración e injusticia que es muy perjudicial para la sociedad pues
está desestimando el valor de todo un cuerpo social imprescindible.
Otro
factor determinante en el mercado empresarial de nuestro país que
determinará definitivamente el impulso emprendedor de las mujeres es el
llamado “techo de cristal”, o superficie superior invisible en la
carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que les impide
seguir avanzando. Su carácter de invisibilidad viene dado por el hecho
de que no existen leyes ni dispositivos sociales establecidos ni códigos
visibles que impongan a las mujeres semejante limitación, sino que está
construido sobre la base de otros rasgos que por su invisibilidad son
difíciles de detectar. Obviamente este elemento genera un sentimiento de
frustración e injusticia que se suma a la pervivencia del sistema
patriarcal mal entendido.
Otro de los hechos que establecen un estímulo a
la emprendeduría femenina por reacción es que, la cultura empresarial
predominante y vigente propugna que para llegar a ser alguien en la
empresa hay que hacer una cesión completa de la vida personal ya que si
no se hace no se tiene en cuenta a esa persona. Esta forma de gestión de
los recursos humanos responde a ese prototipo masculino y a una
sociedad basada en la división sexual del trabajo. También responde a un
modelo basado en la generación de dinero y no de riqueza. Cuando un
emprendedor sólo piensa en el dinero y no en la riqueza suele acumular
números para el fracaso. Las mujeres han superado de origen ese asunto.
Finalmente,
entre los elementos que determinan la perdida de potencia en la
emprendeduría femenina que puede lastrar el futuro de este país, está el
factor crisis. La crisis ha afectado tanto a hombres como a mujeres,
pero la participación en actividades emprendedoras ha disminuido en un
22,1% en el primer caso y en un 35% en el segundo. En el año 2008 las
diferencias entre ambos sexos en cuanto a participación en el conjunto
de la actividad emprendedora se habían reducido notablemente y permitía
ser optimistas en cuanto a una equiparación entre emprendedores y
emprendedoras. Esta claro no que es así y que la emprendedora femenina
sigue siendo mucho más frágil que el emprendedor hombre, y que como
consiguiente aún falta mucho para lograr la igualdad. La sociedad debe
esforzarse en ello si quiere enriquecerse de ello, lo mismo que la
administración impulsar esa igualdad sin la “discriminación positiva”
como único método, más contraproducente y enquistador de problemas que
como valor.
Y es que, a medida que se las aparta de los
espacios de decisión, que son, mal nos pese a muchos, tradicionalmente
masculinos, la mujer crea los suyos propios, con modelos distintos. El
autoempleo, la creación de una empresa propia, son modos de superar las
dificultades con las que se enfrentan muchas mujeres en España y en el
resto del mundo.
Si miramos fuera de nuestras fronteras
veremos que el ratio de emprendedores/as depende de muchos factores. En
países con economías poco desarrolladas, como en Uganda, Tonga o
Guatemala, la tasa de emprendedoras es superior a la de los hombres. En
muchos países de sur América el gap de género es imperceptible (aquí
entraríamos en la polémica de si consideramos emprendedoras a todas las
mujeres de Bolivia, Perú o Ecuador que dejan sus países de origen,
marido e hijos, para ir a España a trabajar, generalmente en el servicio
doméstico); en otros países, sobretodo en Oriente Medio, a la mujer le
es imposible emprender por una cuestión cultural-religiosa. En los
países con economías menos desarrolladas suele ser más abundante el
negocio femenino relacionado con el sector primario, la manufactura y el
comercio, y en los desarrollados la diversidad es mayor y la
innovación, en el sentido amplio de la palabra, está mucho más
presente. Si nos comparamos con nuestros vecinos de la UE España se
sitúa en una posición favorable, por encima de Italia, Francia,
Dinamarca, Bélgica o Eslovenia. En Europa los países donde el espacio
vacío de género es menor son Alemania, Suiza y Finlandia.
¿Pero
son iguales las tendencias emprendedoras femeninas? Obviamente no. La
actividad emprendedora femenina es, por término medio, menos ambiciosa
que la masculina, opera poco en sectores tecnológicos y se concentra en
actividades orientadas al consumo (en un 71% v un 42% de los hombres), i
es prácticamente nula en el sector primario e industrial. En el sector
en que están prácticamente igualados los dos sexos en porcentajes es en
el de servicios a otras empresas (15% hombres y 11,4% mujeres). Las
emprendedoras son innovadoras, pero no aportan este componente en muchos
sectores en que operan hombres de forma muy mayoritaria y
proporcionalmente son más generadoras de empleo que los hombres, pero su
aportación global es muy escasa comparada con la que proporcionan los
hombres porque, de nuevo, la dimensión de sus iniciativas y el tipo de
sector tienen un impacto mucho menor que el gestionado por los hombres
en el conjunto de la economía.
Emprendedores y
emprendedoras se igualan en el autoempleo, que ronda una tasa del 22%.
Desde un punto de vista ideal, la crisis debería de transformarse en una
oportunidad para cambiar el rumbo del emprendimiento femenino,
especialmente, fomentando la concienciación de futuras licenciadas en la
creación de empresas, en sectores que hasta la fecha han sido mucho más
desarrollados por hombres. Así, se echan de menos ingenierías,
informática, productos de base tecnológica, electrónicos, energéticos e
industriales en general, promovidos por mujeres o por equipos mixtos,
cuando el conocimiento necesario para ello está completamente al alcance
de una población femenina joven cuya presencia en las universidades es
mayoritaria en estos momentos.
En un escenario de
crisis se pone en evidencia la mayor debilidad de la actividad femenina,
a pesar de la resistencia inicial frente a la recesión. Factores como
la financiación, sector, dimensión de las iniciativas y muchos más
subyacen tras este fenómeno y son bastante comunes en todos los países
de la zona. Parece ser que la mujer, con la crisis, se ha vuelto más
conservadora, y no se embarca en proyectos más ambiciosos, a la vez que
abandona menos sus negocios y proyectos, en comparación con el hombre.
El
prototipo de la mujer emprendedora española tiene entre 30 y 50 años,
es de clase media o media alta y tiene estudios medios o superiores.
El 70% de ellas está casada y tiene una media cercana a los dos hijos.
Respecto al nivel educativo, mujeres y hombres alcanzan cifras similares
en la tasa formación superior (27% en hombre y 26% en mujeres). Y en
cuanto al nivel de renta, cabe reseñar que en el tramo de renta alta los
hombres presentan un porcentaje ligeramente superior (44% frente a 35%
de las mujeres), situación que se invierte para los niveles de renta
baja. Esto puede reflejar que cuanto menor sea la necesidad económica de
la mujer, menores son las probabilidades de que recurra al autoempleo.
Entre las emprendedoras hay un mayor porcentaje de mujeres extranjeras
en comparación con los emprendedores.
La mujer que se
pone al frente de un negocio propio y se la juega en España tiene muy
marcada necesidad de obtener resultados, un alto grado de
responsabilidad, prefiere utilizar sus propios recursos y asume riesgos
moderados. La emprendedora confía en conseguir un resultado y se propone
en general objetivos que cree que puede y tiene las capacidades y
habilidades para alcanzarlos. Suele ser una persona que desarrolla una
enorme actividad, ya que si la tiene, se ocupa de la logística familiar.
Posee la habilidad de organizar y de innovar, sobretodo para mejorar un
producto o servicio existente, o de crear uno nuevo. Suele ser más
tolerante, adaptable y persevera. Las emprendedoras son capaces de
definir sus objetivos, saben definir el camino para conseguir estos
objetivos y se proponen objetivos realistas. Independientemente del
género, los emprendedores deben ser esa punta de lanza que impulse el
despertar de una sociedad, pero la mujer, lo hace con un planteamiento
de riesgo más racional según algunas cifras.
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